miércoles, 4 de mayo de 2011

Mil cosas por hacer ...

Hola a todos ! Seguramente penséis que estoy desaparecida en combate, y es que he de reconocer que llevo bastante tiempo sin publicar, teniendo en cuenta que antes la cosa era bastante más asídua de lo que es a día de hoy. Antes de nada pediros disculpas a aquellos que sigáis esta historia y por ende este blog. La verdad es que por suerte, he conseguido ponerme a trabajar en una empresa como becaria y además he tenido visita de mi chico en estas semanas de vacaciones (Semana Santa, El Bando y ahora la Feria de Abril ^^u). Tantas fiestas juntas y tanto trabajo no es bueno, y la verdad es que tenía la esperanza de retomar de nuevo mi antiguo ritmo de vida, pero con esto de la feria y el trabajo llego a casa molida, me traigo trabajo a casa, me levanto a las 7 menos algo de la mañana y llego a casa para comer a las 16:30 16:45 ... una odisea para llegar a casa >.< jajajaja.

En fin espero que tengáis piedad de mi y podáis esperar una semana más, ya que creo que en cuanto terminen las fiestas podré seguir escribiendo, quizás no tan seguido pero al menos retomarlo aunque sea con un poco de más lentitud.

Besotes para todos mis lectores y seguidores !!!!!

jueves, 24 de marzo de 2011

Capítulo 4: Caleidoscopio [2ª Parte]

Alguien carraspeó detrás de Ethan y Alice.
    - El desayuno.-dijo secamente Catherine mientras dejaba los platos sobre la mesa de mármol donde estaban todos sentados.
    - Huele bien. Gracias Cazz.-agradeció su hermano.
    - Muchas gracias.-susurró tímidamente Alice.
    - Pruébalas, hay suficientes para los dos.-comentó el chico ofreciéndole el plato de tostadas.
    - Te…te lo agradezco, pero no como en los desayunos. No suele sentarme bien.-explicó disculpándose la chica.
    - ¿sólo el café con leche?
    - Deberías obligarte a comer en el desayuno.-habló Mathew concentrado en su taza.- es la comida más importante del día.-recitaron al unísono los dos varones, como si de una lección aprendida en la escuela se tratara, mientras Alice se contenía la risa al haber visto a ambos realizar los mismos gestos mientras decían aquella frase.
    - Jóvenes.-suspiró Mathew mientras se levantaba de la mesa y se llevaba consigo todos los periódicos.-Catherine, ¿has terminado de limpiar la cocina?
    - Sí.-contestó la chica secamente.
    - De acuerdo, vuelve luego para echarme una mano a colocar la compra que traiga Rose.

Lo siguiente que se escuchó fue la puerta al cerrarse tras ellos, escuchándose tan sólo el mordisquear de Ethan en las tostadas y el ligero tintineo de la cucharilla del café de Alice.

Cuando ambos terminaron de desayunar, se levantaron dejando los platos y vasos en el fregadero y salieron de la cocina.
    - Desayuno y cena, o desayuno y comida.-dijo de repente el chico.
    - ¿perdona?
    - Los turnos.-susurró.-Durante dos semanas mi hermana como castigo ha de encargarse de ello.
    - ¡Ah!”Eso”.-contestó la chica entendiendo por fin a qué se refería.
    - Sí. Y como regla, no se puede permitir que otros te ayuden, o aumentará el tiempo. O los turnos.
    - Por eso no me dejaste ayudar a hacer el desayuno.-comentó la chica comprendiendo lo que había ocurrido durante el desayuno.
    - Bien pues, procedamos a enseñarte parte de la casa.-anunció alegremente el chico de cabellos oscuros, zanjando el tema, y sin esperar respuesta, emprendió la marcha por el pasillo junto a Alice.

Ethan fue indicándole varias partes del edificio. Al parecer había un ala entera dedicada a los invitados, zona donde había estado la chica durmiendo esos días, por eso los dormitorios contiguos al de ella, estaban vacíos. El resto de habitantes de la casa, dormían en otra ala del edificio. También le mostró un par de trucos más para cómo llegar al baño desde su habitación, o a una especie de sala de reuniones gigantesca, donde podrían estar sentadas unas veinte, treinta personas a la vez., incluso le mostró un desván, porque al parecer había otro aún mayor. Alice se fue percatando, que la casa era aún más grande de lo que ella se había imaginado después de haber deambulado por los pasillos, más que una casa grande, parecía una mansión o algo parecido.

La chica se descubrió que andaba sonriendo en una de las veces en las que Ethan le estaba comentando algunas cosas acerca de la casa. Después de llevar un tiempo con él paseando por el edificio, había descubierto, que el muchacho parecía ser de aquellas personas que siempre llevan la sonrisa colgada en sus labios y con una felicidad contagiosa y sincera; tanto que, a pesar de las pesadillas, a pesar de los malos recuerdos, nada más abrir la puerta esa misma mañana, ya le había arrancado a Alice una tímida sonrisa. Al contrario que su hermana Catherine, él se había mostrado amable, al igual que Rose lo había hecho el día anterior.

Recordó el encontronazo que tuvieron en la noche anterior, y se sintió mal por haber tratado a Ethan de forma tan austera, a pesar de su amabilidad para con ella.
    - Has vuelto a hacerlo.-escuchó en la lejanía al chaval.-Alice la miró extrañada, ya que no sabía a qué se refería. ¿En qué piensas?-preguntó de sopetón mientras se dejaba caer en el marco de un gran ventanal que inundaba de luz todo el pasillo, y se arremangaba un poco el jersey.
    - En que no debí tratarte como lo hice anoche. Lo siento-contestó de forma sincera la chica. Por un momento le pareció que el chico cambiaba de expresión para volver rápidamente a esa sonrisa permanente.
    - No te preocupes. Creo saber por lo que estás pasando, y sé que es difícil.-la chica quiso contestar a ello, pero de nuevo habló él.-Y no te marches. Si lo haces, no podrás volver aquí, y si no estás aquí no podemos mantenerte a salvo. No podemos asegurarte que si te marchas, el día de mañana estés viva. Piénsalo.-dijo finalmente, esta vez más serio que las anteriores veces.


Alice se quedó mirando al chico bañado por el sol, mientras pensaba en lo que le había dicho. Sonaba sincero, pero seguía sin saber nada de quiénes eran ellos, y a qué se dedicaban, y eso la hacía desconfiar. De repente, empezó a ver pequeñas líneas plateadas que surcaban los brazos así como parte del cuello del muchacho. Era como si algo lo estuviera dibujando en ese mismo momento, y se echó rápidamente hacia atrás lanzando una exclamación ahogada.
    - Tu…tu brazo…Ethan.-dijo asustada señalando hacia el lugar donde habían comenzado a aparecer aquellas extrañas cicatrices.
    - ¿Qué pasa con mi brazo?-se miró extrañado girando el dorso del brazo mostrándole a Alice más cicatrices y un extraño tatuaje en el dorso de la mano.
    - Lo tienes por todas partes. ¿Qué te está ocurriendo?
    - ¿Alice? ¿Te encuentras bien? ¿Qué te ocurre?
    - ¿Es que no lo ves tú también? Esas marcas. Te acaban de aparecer.-explicó sorprendida la chica volviendo a señalar hacia donde veía las finas líneas plateadas.

El chico le tendió el brazo extendido hacia ella de forma inesperada.
    - ¿Dónde exactamente ves eso?-preguntó el chico muy serio. Alice comenzó a trazar con el dedo pero sin rozarle la piel por dónde veía todas aquellas cicatrices, o pequeños surcos marcados en la piel del muchacho.- ¿Puedes verlas?-preguntó desconcertado a la vez que fascinado.
    - ¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Pues claro! ¿¡Cómo si pudieran ignorarse tantas cicatrices!?-exclamó la chica turbada por aquello.- Hay que llevarte a un hosp…

Pero antes de que la chica pudiera terminar la frase, Ethan ya la había cogido del brazo haciéndole correr por los pasillos, mientras ella le preguntaba a dónde la llevaba. Para cuando quiso darse cuenta, pudo ver al final del pasillo las grandes puertas de la biblioteca y escuchar a lo lejos retazos de una conversación
    - ¿Sabes algo de lo que ocurrió en el Instituto de Madrid?
    - Me temo que no. La clave está histérica. No saben que ha ocurrido y no dejan de echarle las culpas a los subterráneos.
    - ¿No crees que hayan sido ellos?-preguntó extrañado el muchacho.
    - No hay pruebas aún que lo demuestren. Pero…
    Samantha no pudo terminar la frase debido a que Ethan y Alice habían irrumpido súbitamente en la sala.
    - Puede verlas.-dijo Ethan aún sorprendido mientras se retiraba la manga del jersey mostrando de nuevo las marcas.
    - No estoy ciega.-dijo zafándose del chico.-Creo que se ha vuelto…
    - Ya te lo dije.-comentó de repente Dave.-No me esquivó en el callejón a pesar del glamour.
    - Esto lo cambia todo.-susurró Samantha mientras se acercaba a la chica.
    - No sé de qué estás hablando.-dijo la chica refiriéndose a Dave.-pero deberíais llevarlo a un hospital, he visto como se le extendía esas cosas por todos sitios. Puede ser grave.-habló la chica angustiada.
    - No te preocupes. Él está bien.-explicó la mujer en un intento de tranquilizarla.-Deberías tomar asiento, Alice.
    - Estoy bien aquí.-contestó la chica sorprendida por el extraño comportamiento de Samantha ante aquello. Ella esperaba preocupación por su hijo, mientras que lo que veía era una especie de tranquila pasividad.
    - Cómo quieras. ¿has oído alguna vez hablar a alguien sobre “el mundo de las sombras”?-la chica negó con la cabeza.-Digamos que, el mundo tal y como lo conoces no es lo único que existe. Quiero decir que hay más allá de lo que el ojo humano puede percibir, y todo aquello que normalmente una persona normal, o un mundano no ve, se le conoce como “Mundo de las Sombras”. Digamos que, muchos de los mitos que se conocen en diferentes culturas realmente existen o existieron en algún momento de la historia.
    - ¿Me está diciendo que seres mitológicos andan a sus anchas y nosotros no podemos verlos?
    - Sí. Vampiros, hombres lobos, hadas, demonios…todos ellos están presentes en tú mundo, en nuestro mundo mejor dicho, sólo que no todas las personas pueden “verlos”.
    - Ya. ¿Saben lo que creo? Que están todos locos.-dijo Alice escéptica.-Yo me largo de aquí.-gritó mientras corría ya por el pasillo con todas sus fuerzas intentando evitar que la alcanzara.

Se sorprendió de ver la puerta principal abierta. Era Rose que al parecer acababa de llegar. Antes de que la muchacha pudiera preguntarle nada Alice, esta corrió aún más buscando la salida hacia las calles de Londres. Cuando la chica pensó que estaba lo suficientemente lejos del caserón, aminoró un poco ya que comenzaba a respirar con dificultad debido al carrerón. De repente la chica descubrió que no sabía dónde se encontraba y se paró unos instantes en la acera de una calle poco transitada.
    - Se está volviendo una costumbre eso de verte salir corriendo de los sitios.-dijo de repente una voz con tono burlón. No hacía falta mirar para saber que se trataba de Dave. Aún así lo buscó con ojos airados, de forma que se lo encontró apoyado en la pared mientras la observaba.- ¿Te has tomado en serio eso de volver a tu país, eh?
    - Más bien, que cuando lo dije, nadie me tomó en serio.-contestó Alice mientras comenzaba a caminar de nuevo.
    - Ven conmigo.-le pidió el chico dejando atrás el sarcasmo y tornándose serio.
    - No si puedo evitarlo. No pienso volver con vosotros. Estáis todos locos. ¿Acaso sois miembros de alguna clase de secta o algo así?-preguntó ella intentando adivinar la respuesta.- En cualquier caso, no quiero tener más trato con vosotros. Muchas gracias por “salvarme”, supongo.-agradeció la chica con sarcasmo mientras recordaba la primera vez que vio al rubio.
    - Espera.-dijo interceptándola.-Si vuelves ahí sola, te matarán como hicieron con tus padres.
    - ¿Y cómo estás tan seguro de ello?
    - Porque sé lo que son.-sentenció él.
    - ¡Oh, claro! Me había olvidado. Vampiros, hombres lobos y demonios.-respondió la chica con sarcasmo.
    - Si te demuestro lo que digo ¿prometes volver conmigo?-la chica lo miró reticente.
    - Supongo, que por intentarlo no va a pasar nada.-comentó Alice accediendo a la petición.-Pero si no, me dejarás marchar sin oponer resistencia alguna.
    - Sígueme.-le pidió Dave haciendo caso omiso del último comentario de la chica.

La chica fue tras él, mientras este le dirigía por pequeñas calles, sin apenas transeúntes, y por donde sorprendentemente no había tráfico alguno. Tras varios minutos se pararon justo en frente de un edificio de dos plantas con un letrero grande declarando el edificio en ruinas.
    - Ya hemos llegado.
    - ¿Me has traído aquí para ver lo que posiblemente sea el hogar de un puñado de ocupas?-miró ofuscada a Dave.
    - ¿Sabes lo que es un caleidoscopio?-preguntó de repente Dave. La chica asintió.-Es cómo cuando jugábamos de pequeños mirando a través de uno.
    - ¿jugabas con uno?-preguntó Alice.
    - Concéntrate.-contestó serio el muchacho.- ¿Recuerdas que había que hacer girar el tubo para poder ver distintos dibujos formados por los cristales?-le preguntó y sin esperar respuesta continuó hablando.-imagínate que tienes uno de esos. Intenta cambiar los cristales y ver otras formas. De ver lo que se esconde del ojo humano. Intenta cambiar el cristal con el que sueles mirar el mundo.

A pesar de que todo aquello le resultaba muy extraño a Alice, la chica intentó llevar a cabo lo que le explicó el muchacho. Intentando imaginarse a ella misma con un caleidoscopio en la mano mientras tanteaba las distintas ruedas del caleidoscopio. De repente la vista comenzó a emborronársele, y volvió a girar los cristales de su caleidoscopio imaginario, como intentando enfocar la imagen. La muchacha se sorprendió, porque de repente comenzó a ver como cambiaba el viejo edificio ruinoso, por uno de aspecto más moderno, en el que se veían varias luces en su interior y sombras con cierto parecido humano, ya que algunos tenían extrañas sombras que sobresalían de su espalda, o algún cuerno que salía proyectado hacia arriba en la frente. Se fijó en el cartel, donde antes ponía en ruinas, ahora se podía leer: “El Cuerno del Demonio”. La puerta del local se abrió derramando su luz a la acera y dando paso a un pequeño hombrecillo y a una chica de larga melena verde y alas parecidas a la de una mariposa que brotaban de su espalda. La chica se volvió hacia Dave quien la miraba con una sonrisa triunfal, mientras ella se quedaba mirándolo de hito en hito, sin llegar aún a comprender lo que acababa de ver y lo que había ocurrido.

domingo, 20 de marzo de 2011

Capítulo 4: Caleidoscopio [Completo]

Estaba oscuro, sólo se oía el rítmico golpeteo de unos zapatos contra los adoquines, y una respiración fatigada. Poco a poco se fue vislumbrando lo que parecía una calle y comenzó a verse una tenue luz que la iluminaba. Era una farola derramando su luz sobre un par de siluetas familiares, que se hallaban bajo el foco. El final de la calle cada vez estaba más cerca, y lo que al principio se antojaba que aquellas figuras hacían señas para que fuera a sus brazos y marcharan juntos, resultó ser una amalgama de sombras enzarzadas en una lucha. No la estaban llamando, lo que estaban era intentando evitar que se acercara más al lugar. De repente dos figuras cayeron al suelo y la pelea cesó.
    - ¡¡NOOOOO!!-se oyó gritar inesperadamente a una voz femenina.
Era Alice, quien se despertó jadeando empapada en sudor y lágrimas. Se levantó de la cama, limpiándose la cara con la manga del viejo pijama de rayas de Rose.

Miró por la ventana de su habitación, la primera vez que lo hacía, y descubrió un pequeño jardín cuyas hiedras escalaban las paredes de piedra del edificio. Una valla alta, de hierro forjado, parecía rodear el edificio histórico. Al otro lado de la verja había como una empalizada, esta vez más baja que la anterior, y a pocos metros de ella se alzaban bajas viviendas de no más de tres plantas de altura. Era curioso ver como se podía ver que aquella zona era el epicentro de un crecimiento exponencial en altura de los edificios circundantes. Cuanto más mirabas a lo lejos más altas eran las construcciones.

La chica siguió observando un poco más aquella ciudad desconocida. Desde allí no podría ver el tráfico de la ciudad, en cambio, veía el humo, quizás despedido por los coches, elevándose por encima de la niebla matutina y la ligera llovizna de la que alguna vez había oído hablar que era característica del país. Era un día gris azulado, como las ojeras que se habían instalado bajo sus párpados, ahora reflejados en el cristal de la ventana. Su consciencia ya le había advertido que desde aquella noche, sus sueños, o más bien sus pesadillas, iban a ser recurrentes; y que a partir de ahora no podría realmente descansar. Algo en ella había cambiado, se había marchado con sus padres, y ya nunca volvería. Eso le hizo recordar la “agradable” cena que había tenido la noche anterior. Tengo que salir de aquí cuanto antes.-pensó Alice.

Se estremeció por el frío que empezó a sentir en sus pies, y fue en busca de algún calcetín y a cambiarse de ropa. Gracias a alguien que había dejado una jofaina sobre una pequeña mesita auxiliar, la muchacha no tuvo que esperar de nuevo a que alguien tuviera que acompañarla al baño para limpiarse la cara y asearse un poco. La muchacha hizo ademán de ponerse a recoger sus cosas, pero ¿qué cosas? No estaba en su casa, y lo único que era realmente suyo era su ropa que por todos los acontecimientos no tenía la menor intención de quedarse con ellas. No quería llevarse ningún mal recuerdo con ella de lo que le había ocurrido a sus padres, salvo el medallón que en la misma noche le había regalado su madre. Echó mano a él, aún lo llevaba colgando del cuello, y el hecho de notar el contacto frío del metal redondeado contra su piel, la reconfortaba, lo suficiente para tomar fuerzas y seguir adelante.

El ruido de unos nudillos llamando a la puerta, la sacaron de sus cavilaciones.
    - Hoy seré tu guía, ¿recuerdas?-
A Alice le sorprendió no encontrarse con Rose, quien parecía la más amable y cordial de entre todos ellos. Sin embargo se trataba de Ethan, quien esperaba allí plantado en vaqueros, camiseta y el pelo aún goteando por la reciente ducha.
    - Primera parada: la cocina.-anunció sonriente invitándola a que saliera al pasillo.-Vamos, no esperarás que te enseñe todo esto con el estómago vacío.-comentó mientras la chica salía ya al pasillo.
    - De acuerdo.-aceptó entre extrañada y divertida.
    - Estupendo, pongámonos en marcha.-sonrió complacido.
El chico comenzó a andar, no demasiado deprisa, ya que esperaba a que la muchacha le siguiera. Alice no quería perder mucho tiempo, a pesar de que el chico parecía mostrarse amable con ella, pensaba que era por pura cortesía, y por lo tanto puro trámite. No quería tener mucho más trato con ellos, al fin y al cabo, en cuanto comiera algo saldría de allí en busca del aeropuerto y marcharía a España, en busca de respuestas.
    - ¡ey! ¿te encuentras bien?-preguntó de repente el chico.
No había sido consciente de que se había quedado atrás parada en mitad del pasillo y rozando un dedo contra otro como solía hacer cuando estaba inmersa en sus pensamientos, nerviosa, o a la expectativa de algo, un gesto que solía hacer su padre, y que por tanto ella había heredado de él.
    - Eh…sí. No te preocupes, estoy bien.-susurró mientras volvía junto a Ethan.
    - Te decía, que desde tu habitación es muy sencillo ir a la cocina. El truco está en recordar que es una S.-sonrió.
    - ¿perdón?-
    - No pongas esa cara como si te estuviera hablando en chino.-comenzó a reír.-El camino que hay que recorrer tiene forma de S. Verás, desde tu habitación hasta la escalinata principal es una S, porque tienes que torcer primero a la izquierda y después a la derecha. Una vez bajas a la planta baja del edificio, el recorrido para llegar a la cocina, es como una gran C. Giras …
    - ¿dos veces a la derecha?-intentó adivinar Alice.
    - Exacto.-confirmó aún más sonriente el chico al descubrir que le habían entendido con su explicación.- Además te será fácil de recordar porque ¿por qué letra comienza cocina?
    - C
    - Eso es. Así que recordarlo es sencillo, quieres ir a la cocina, pues haces un recorrido en forma de C. ¿y escalera?
    - Por E.
    - ¿E? Querrás decir S*.-comentó extrañado el chico.-¡Ah! Eso será en español ¿no?
    - Sí. Es que a veces me cuesta trabajo cambiar el chip anglosajón.-dijo Alice mientras hacía un gesto de cambio a la altura de su sien.
    - Bueno este truco sólo funciona por el momento en inglés.-confesó pensativo.
    - Es nemotécnica ¿verdad?-ella sabía de qué se trataban esos trucos. Eran asociaciones de ideas y esquemas para facilitar el recuerdo de algo. En este caso, Ethan utilizaba las letras por la que empezaba la palabra que se utilizaba para referirse a alguna zona, o habitación del edificio para recordar el recorrido hacia ella.
    - Sí. Cuando era pequeño, recuerdo que siempre me perdía por estos pasillos, porque nunca recordaba el camino de vuelta. Mi hermana solía jugar con nosotros al escondite y nunca me encontraban porque siempre me alejaba demasiado de la zona por donde estábamos jugando. Tenía muy mal perder.-confesó el chico algo avergonzado.
La chica no pudo aguantar sonreír ante la imagen que le venía a la cabeza de un pequeño de ojos azules correteando por los pasillos mientras una niña algo más mayor la buscaba enrabiada por perder al juego de niños.
    - Entonces era cuando le cedía el turno a Dave.-Alice le miró extrañada esperando la explicación de Ethan.-Siempre me encontraba. Siempre sabía donde estaba yo. En parte era un alivio, y en parte un fastidio.-Nunca podíamos ganarle.
    - ¿Nunca?
    - Ni una sola vez. Ni siquiera cuando Cathy y yo intentamos buscarle entre los dos.-confesó algo compungido.
    - Eso es trampa.-dijo aún sonriendo la chica.
    - Quizás. Pero es un secreto.-susurró con complicidad.- Y ahora a la cocina. Hay que alimentarse, y no quiero que nuestra huésped se aburra con mis corredurías de crío.-dijo ceremonioso.
Algún ligero ruidito que otro se oía por los estómagos hambrientos de los chicos y eso hizo que el ritmo de sus pasos se acrecentarara. Si el salón donde habían estado cenando la noche anterior le pareció a Alice grande, la cocina le pareció enorme y extraña; pues ella se esperaba una antigua cocina de fogones como los de antes, mientras que lo que se encontró fue una cocina moderna, de piedra azul con vitrocerámica y una gran barra americana con sus correspondientes taburetes y una mesa de mármol blanco ocupada por varios periódicos de los que asomaba los mechones pelirojos.
    - Buenos días.-saludó Mathew sin levantar la vista del periódico.- Ethan. Alice. Tomad asiento. Hoy el desayuno corre por parte de Catherine.-dijo mientras señalaba a la chica de pelo largo que se movía por la cocina.
    - ¿doble turno durante una semana?-preguntó en susurro Ethan dirigiéndose a Mathew.
    - Más bien dos.-contestó alzando un poco la vista por encima de las hojas de la gaceta.
    - Uff… debe de estar de un humor de perros.
    - ¿Qué significa lo de turno…?.-quiso preguntar Alice.
    - Te lo explicaré luego. Cuando no estemos en territorio comanche.-dijo señalando levemente a su hermana.- ¿Qué quieres tomar?
    - Puedo hacerme el desayuno yo. No hace falta que…-
    - No lo hagas. Es peor créeme.- la muchacha lo miraba extrañada por no saber qué ocurría exactamente. Sabía que era algo relacionado con Catherine, y que quizás pudiera estar vinculado a las discusiones que se habían generado anoche. Sólo eran sospechas pero creía tener motivos suficientes para pensar que se trataba de algún tipo de reprimenda por parte de su madre.
    - Umm…cualquier cosa está bien. Un zumo, o un colacao, o incluso un café con leche. Lo que sea más sencillo y fácil.-con cualquier cosa se conformaba en ese momento. Lo único que quería era evitar darle más trabajo del deseado a la joven que se peleaba entre fogones, y de paso no darle más motivos para que la odiara aún más.
    - Cathy, podrías hacernos ¿un café con leche, tostadas para dos y un colacao, por favor?-solicitó a su hermana en un tono serio.
    - Por supuesto.-rezongó por lo bajo su hermana junto con alguna cosa más que no llegó a escuchar la chica.
    - ¿Dónde están Rose y Dave?-preguntó extrañado.- Me extraña que no esté por aquí. Él no se perdería por nada esto.-comentó en tono jocoso señalando a los fogones.
    - Y no se lo ha perdido. Ha venido a primera hora de la mañana.-comentó Mathew burlón dejando a un lado los periódicos.- Está hablando con Samantha.-dijo esta vez un poco más serio y mirando a Ethan.- Y Rose anda en el mercado, comprando algunas cosas que hacían falta. La he mandado a que compre algunas verduras y demás. Hoy comeremos mi especialidad, pasta con setas.-informó alegremente a los chicos.
    - Está buenísimo. Ya lo verás.-le comentó el chico a Alice.
Alguien carraspeó detrás de Ethan y Alice.
    - El desayuno.-dijo secamente Catherine mientras dejaba los platos sobre la mesa de mármol donde estaban todos sentados.
    - Huele bien. Gracias Cazz.-agradeció su hermano.
    - Muchas gracias.-susurró tímidamente Alice.

Alguien carraspeó detrás de Ethan y Alice.

    - Pruébalas, hay suficientes para los dos.-comentó el chico ofreciéndole el plato de tostadas.
    - Te…te lo agradezco, pero no como en los desayunos. No suele sentarme bien.-explicó disculpándose la chica.
    - ¿sólo el café con leche?
    - Deberías obligarte a comer en el desayuno.-habló Mathew concentrado en su taza.- es la comida más importante del día.-recitaron al unísono los dos varones, como si de una lección aprendida en la escuela se tratara, mientras Alice se contenía la risa al haber visto a ambos realizar los mismos gestos mientras decían aquella frase.
    - Jóvenes.-suspiró Mathew mientras se levantaba de la mesa y se llevaba consigo todos los periódicos.-Catherine, ¿has terminado de limpiar la cocina?
    - Sí.-contestó la chica secamente.
    - De acuerdo, vuelve luego para echarme una mano a colocar la compra que traiga Rose.

Lo siguiente que se escuchó fue la puerta al cerrarse tras ellos, escuchándose tan sólo el mordisquear de Ethan en las tostadas y el ligero tintineo de la cucharilla del café de Alice.

Cuando ambos terminaron de desayunar, se levantaron dejando los platos y vasos en el fregadero y salieron de la cocina.
    - Desayuno y cena, o desayuno y comida.-dijo de repente el chico.
    - ¿perdona?
    - Los turnos.-susurró.-Durante dos semanas mi hermana como castigo ha de encargarse de ello.
    - ¡Ah!”Eso”.-contestó la chica entendiendo por fin a qué se refería.
    - Sí. Y como regla, no se puede permitir que otros te ayuden, o aumentará el tiempo. O los turnos.
    - Por eso no me dejaste ayudar a hacer el desayuno.-comentó la chica comprendiendo lo que había ocurrido durante el desayuno.
    - Bien pues, procedamos a enseñarte parte de la casa.-anunció alegremente el chico de cabellos oscuros, zanjando el tema, y sin esperar respuesta, emprendió la marcha por el pasillo junto a Alice.

Ethan fue indicándole varias partes del edificio. Al parecer había un ala entera dedicada a los invitados, zona donde había estado la chica durmiendo esos días, por eso los dormitorios contiguos al de ella, estaban vacíos. El resto de habitantes de la casa, dormían en otra ala del edificio. También le mostró un par de trucos más para cómo llegar al baño desde su habitación, o a una especie de sala de reuniones gigantesca, donde podrían estar sentadas unas veinte, treinta personas a la vez., incluso le mostró un desván, porque al parecer había otro aún mayor. Alice se fue percatando, que la casa era aún más grande de lo que ella se había imaginado después de haber deambulado por los pasillos, más que una casa grande, parecía una mansión o algo parecido.

La chica se descubrió que andaba sonriendo en una de las veces en las que Ethan le estaba comentando algunas cosas acerca de la casa. Después de llevar un tiempo con él paseando por el edificio, había descubierto, que el muchacho parecía ser de aquellas personas que siempre llevan la sonrisa colgada en sus labios y con una felicidad contagiosa y sincera; tanto que, a pesar de las pesadillas, a pesar de los malos recuerdos, nada más abrir la puerta esa misma mañana, ya le había arrancado a Alice una tímida sonrisa. Al contrario que su hermana Catherine, él se había mostrado amable, al igual que Rose lo había hecho el día anterior.

Recordó el encontronazo que tuvieron en la noche anterior, y se sintió mal por haber tratado a Ethan de forma tan austera, a pesar de su amabilidad para con ella.
    - Has vuelto a hacerlo.-escuchó en la lejanía al chaval.-Alice la miró extrañada, ya que no sabía a qué se refería. ¿En qué piensas?-preguntó de sopetón mientras se dejaba caer en el marco de un gran ventanal que inundaba de luz todo el pasillo, y se arremangaba un poco el jersey.
    - En que no debí tratarte como lo hice anoche. Lo siento-contestó de forma sincera la chica. Por un momento le pareció que el chico cambiaba de expresión para volver rápidamente a esa sonrisa permanente.
    - No te preocupes. Creo saber por lo que estás pasando, y sé que es difícil.-la chica quiso contestar a ello, pero de nuevo habló él.-Y no te marches. Si lo haces, no podrás volver aquí, y si no estás aquí no podemos mantenerte a salvo. No podemos asegurarte que si te marchas, el día de mañana estés viva. Piénsalo.-dijo finalmente, esta vez más serio que las anteriores veces.


Alice se quedó mirando al chico bañado por el sol, mientras pensaba en lo que le había dicho. Sonaba sincero, pero seguía sin saber nada de quiénes eran ellos, y a qué se dedicaban, y eso la hacía desconfiar. De repente, empezó a ver pequeñas líneas plateadas que surcaban los brazos así como parte del cuello del muchacho. Era como si algo lo estuviera dibujando en ese mismo momento, y se echó rápidamente hacia atrás lanzando una exclamación ahogada.
    - Tu…tu brazo…Ethan.-dijo asustada señalando hacia el lugar donde habían comenzado a aparecer aquellas extrañas cicatrices.
    - ¿Qué pasa con mi brazo?-se miró extrañado girando el dorso del brazo mostrándole a Alice más cicatrices y un extraño tatuaje en el dorso de la mano.
    - Lo tienes por todas partes. ¿Qué te está ocurriendo?
    - ¿Alice? ¿Te encuentras bien? ¿Qué te ocurre?
    - ¿Es que no lo ves tú también? Esas marcas. Te acaban de aparecer.-explicó sorprendida la chica volviendo a señalar hacia donde veía las finas líneas plateadas.

El chico le tendió el brazo extendido hacia ella de forma inesperada.
    - ¿Dónde exactamente ves eso?-preguntó el chico muy serio. Alice comenzó a trazar con el dedo pero sin rozarle la piel por dónde veía todas aquellas cicatrices, o pequeños surcos marcados en la piel del muchacho.- ¿Puedes verlas?-preguntó desconcertado a la vez que fascinado.
    - ¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Pues claro! ¿¡Cómo si pudieran ignorarse tantas cicatrices!?-exclamó la chica turbada por aquello.- Hay que llevarte a un hosp…

Pero antes de que la chica pudiera terminar la frase, Ethan ya la había cogido del brazo haciéndole correr por los pasillos, mientras ella le preguntaba a dónde la llevaba. Para cuando quiso darse cuenta, pudo ver al final del pasillo las grandes puertas de la biblioteca y escuchar a lo lejos retazos de una conversación
    - ¿Sabes algo de lo que ocurrió en el Instituto de Madrid?
    - Me temo que no. La clave está histérica. No saben que ha ocurrido y no dejan de echarle las culpas a los subterráneos.
    - ¿No crees que hayan sido ellos?-preguntó extrañado el muchacho.
    - No hay pruebas aún que lo demuestren. Pero…
    Samantha no pudo terminar la frase debido a que Ethan y Alice habían irrumpido súbitamente en la sala.
    - Puede verlas.-dijo Ethan aún sorprendido mientras se retiraba la manga del jersey mostrando de nuevo las marcas.
    - No estoy ciega.-dijo zafándose del chico.-Creo que se ha vuelto…
    - Ya te lo dije.-comentó de repente Dave.-No me esquivó en el callejón a pesar del glamour.
    - Esto lo cambia todo.-susurró Samantha mientras se acercaba a la chica.
    - No sé de qué estás hablando.-dijo la chica refiriéndose a Dave.-pero deberíais llevarlo a un hospital, he visto como se le extendía esas cosas por todos sitios. Puede ser grave.-habló la chica angustiada.
    - No te preocupes. Él está bien.-explicó la mujer en un intento de tranquilizarla.-Deberías tomar asiento, Alice.
    - Estoy bien aquí.-contestó la chica sorprendida por el extraño comportamiento de Samantha ante aquello. Ella esperaba preocupación por su hijo, mientras que lo que veía era una especie de tranquila pasividad.
    - Cómo quieras. ¿has oído alguna vez hablar a alguien sobre “el mundo de las sombras”?-la chica negó con la cabeza.-Digamos que, el mundo tal y como lo conoces no es lo único que existe. Quiero decir que hay más allá de lo que el ojo humano puede percibir, y todo aquello que normalmente una persona normal, o un mundano no ve, se le conoce como “Mundo de las Sombras”. Digamos que, muchos de los mitos que se conocen en diferentes culturas realmente existen o existieron en algún momento de la historia.
    - ¿Me está diciendo que seres mitológicos andan a sus anchas y nosotros no podemos verlos?
    - Sí. Vampiros, hombres lobos, hadas, demonios…todos ellos están presentes en tú mundo, en nuestro mundo mejor dicho, sólo que no todas las personas pueden “verlos”.
    - Ya. ¿Saben lo que creo? Que están todos locos.-dijo Alice escéptica.-Yo me largo de aquí.-gritó mientras corría ya por el pasillo con todas sus fuerzas intentando evitar que la alcanzara.

Se sorprendió de ver la puerta principal abierta. Era Rose que al parecer acababa de llegar. Antes de que la muchacha pudiera preguntarle nada Alice, esta corrió aún más buscando la salida hacia las calles de Londres. Cuando la chica pensó que estaba lo suficientemente lejos del caserón, aminoró un poco ya que comenzaba a respirar con dificultad debido al carrerón. De repente la chica descubrió que no sabía dónde se encontraba y se paró unos instantes en la acera de una calle poco transitada.
    - Se está volviendo una costumbre eso de verte salir corriendo de los sitios.-dijo de repente una voz con tono burlón. No hacía falta mirar para saber que se trataba de Dave. Aún así lo buscó con ojos airados, de forma que se lo encontró apoyado en la pared mientras la observaba.- ¿Te has tomado en serio eso de volver a tu país, eh?
    - Más bien, que cuando lo dije, nadie me tomó en serio.-contestó Alice mientras comenzaba a caminar de nuevo.
    - Ven conmigo.-le pidió el chico dejando atrás el sarcasmo y tornándose serio.
    - No si puedo evitarlo. No pienso volver con vosotros. Estáis todos locos. ¿Acaso sois miembros de alguna clase de secta o algo así?-preguntó ella intentando adivinar la respuesta.- En cualquier caso, no quiero tener más trato con vosotros. Muchas gracias por “salvarme”, supongo.-agradeció la chica con sarcasmo mientras recordaba la primera vez que vio al rubio.
    - Espera.-dijo interceptándola.-Si vuelves ahí sola, te matarán como hicieron con tus padres.
    - ¿Y cómo estás tan seguro de ello?
    - Porque sé lo que son.-sentenció él.
    - ¡Oh, claro! Me había olvidado. Vampiros, hombres lobos y demonios.-respondió la chica con sarcasmo.
    - Si te demuestro lo que digo ¿prometes volver conmigo?-la chica lo miró reticente.
    - Supongo, que por intentarlo no va a pasar nada.-comentó Alice accediendo a la petición.-Pero si no, me dejarás marchar sin oponer resistencia alguna.
    - Sígueme.-le pidió Dave haciendo caso omiso del último comentario de la chica.

La chica fue tras él, mientras este le dirigía por pequeñas calles, sin apenas transeúntes, y por donde sorprendentemente no había tráfico alguno. Tras varios minutos se pararon justo en frente de un edificio de dos plantas con un letrero grande declarando el edificio en ruinas.
    - Ya hemos llegado.
    - ¿Me has traído aquí para ver lo que posiblemente sea el hogar de un puñado de ocupas?-miró ofuscada a Dave.
    - ¿Sabes lo que es un caleidoscopio?-preguntó de repente Dave. La chica asintió.-Es cómo cuando jugábamos de pequeños mirando a través de uno.
    - ¿jugabas con uno?-preguntó Alice.
    - Concéntrate.-contestó serio el muchacho.- ¿Recuerdas que había que hacer girar el tubo para poder ver distintos dibujos formados por los cristales?-le preguntó y sin esperar respuesta continuó hablando.-imagínate que tienes uno de esos. Intenta cambiar los cristales y ver otras formas. De ver lo que se esconde del ojo humano. Intenta cambiar el cristal con el que sueles mirar el mundo.

A pesar de que todo aquello le resultaba muy extraño a Alice, la chica intentó llevar a cabo lo que le explicó el muchacho. Intentando imaginarse a ella misma con un caleidoscopio en la mano mientras tanteaba las distintas ruedas del caleidoscopio. De repente la vista comenzó a emborronársele, y volvió a girar los cristales de su caleidoscopio imaginario, como intentando enfocar la imagen. La muchacha se sorprendió, porque de repente comenzó a ver como cambiaba el viejo edificio ruinoso, por uno de aspecto más moderno, en el que se veían varias luces en su interior y sombras con cierto parecido humano, ya que algunos tenían extrañas sombras que sobresalían de su espalda, o algún cuerno que salía proyectado hacia arriba en la frente. Se fijó en el cartel, donde antes ponía en ruinas, ahora se podía leer: “El Cuerno del Demonio”. La puerta del local se abrió derramando su luz a la acera y dando paso a un pequeño hombrecillo y a una chica de larga melena verde y alas parecidas a la de una mariposa que brotaban de su espalda. La chica se volvió hacia Dave quien la miraba con una sonrisa triunfal, mientras ella se quedaba mirándolo de hito en hito, sin llegar aún a comprender lo que acababa de ver y lo que había ocurrido.

sábado, 19 de marzo de 2011

"Vayamos por partes..." como dijo Jack el Destripador

¡¡Hola a todos!! Bueno pues antes que nada, agradecer a todos aquellos que están siguiendo el blog, ya que me da muchísima alegría descubrir que a cada día que pasa hay alguien más unido a él ^^. en serio me hace mucha ilusión, y más aún cuando me dejáis comentarios ;) Gracias por dedicarle un poco de vuestro tiempo a leer esta historia *^^*.

Como ya os comenté, he tenido, y bueno sigo teniendo dificultades para escribir este capítulo. Parece que el mundo se ha puesto en mi contra >.< Entre los papeleos de la administración pública, y yo que últimamente estoy con jaquecas día sí día también, y ahora que mi ordenador ha muerto y estoy a ver si le practico una operación de emergencia XDD, no he podido sentarme tranquilamente a pasar el borrador al ordenador y modificarlo para poder publicar el nuevo capítulo. El capítulo 4, que es en el que nos encontramos ahora, estaba pensado para que fuera más largo, y bueno lo va a ser, sólo que en lugar de publicarlo completo, esta vez lo haré por partes, y ya veré si cuando lo tenga por fin escrito hago fusión y lo cuelgo en el blog completo. Me hubiera gustado colgar el capítulo cuatro entero, que espero que pasen cosas interesante :D, pero tampoco quería decepcionar a nadie ya que había comentado que a finales de esta semana tendríais el nuevo capítulo. A pesar de todos los contratiempos que he tenido, os ofrezco al menos un fragmento, del cual espero que disfrutéis una vez más ^^.

¡Ah! y como no he podido terminar el capítulo, aún no he puesto los enlaces para descargarse el pdf. Pero tranquilos que en cuanto finalice el capítulo, lo tendréis. Y espero que eso os lo pueda anunciar en pocos días ;).

Para colmo de males, me ha surgido un viaje este fin de semana (de hecho salgo en una hora XD). Este ha sido el factor determinante a que publicara el fragmento que he podido salvar hasta ahora del pc.

Espero que os guste. Estaré esperando al Domingo para leer vuestros comentarios !!!

Besotes a todos !!! ^^

Capítulo 4: Caleidoscopio [1ª Parte]

Estaba oscuro, sólo se oía el rítmico golpeteo de unos zapatos contra los adoquines, y una respiración fatigada. Poco a poco se fue vislumbrando lo que parecía una calle y comenzó a verse una tenue luz que la iluminaba. Era una farola derramando su luz sobre un par de siluetas familiares, que se hallaban bajo el foco. El final de la calle cada vez estaba más cerca, y lo que al principio se antojaba que aquellas figuras hacían señas para que fuera a sus brazos y marcharan juntos, resultó ser una amalgama de sombras enzarzadas en una lucha. No la estaban llamando, lo que estaban era intentando evitar que se acercara más al lugar. De repente dos figuras cayeron al suelo y la pelea cesó.
    - ¡¡NOOOOO!!-se oyó gritar inesperadamente a una voz femenina.
Era Alice, quien se despertó jadeando empapada en sudor y lágrimas. Se levantó de la cama, limpiándose la cara con la manga del viejo pijama de rayas de Rose.

Miró por la ventana de su habitación, la primera vez que lo hacía, y descubrió un pequeño jardín cuyas hiedras escalaban las paredes de piedra del edificio. Una valla alta, de hierro forjado, parecía rodear el edificio histórico. Al otro lado de la verja había como una empalizada, esta vez más baja que la anterior, y a pocos metros de ella se alzaban bajas viviendas de no más de tres plantas de altura. Era curioso ver como se podía ver que aquella zona era el epicentro de un crecimiento exponencial en altura de los edificios circundantes. Cuanto más mirabas a lo lejos más altas eran las construcciones.

La chica siguió observando un poco más aquella ciudad desconocida. Desde allí no podría ver el tráfico de la ciudad, en cambio, veía el humo, quizás despedido por los coches, elevándose por encima de la niebla matutina y la ligera llovizna de la que alguna vez había oído hablar que era característica del país. Era un día gris azulado, como las ojeras que se habían instalado bajo sus párpados, ahora reflejados en el cristal de la ventana. Su consciencia ya le había advertido que desde aquella noche, sus sueños, o más bien sus pesadillas, iban a ser recurrentes; y que a partir de ahora no podría realmente descansar. Algo en ella había cambiado, se había marchado con sus padres, y ya nunca volvería. Eso le hizo recordar la “agradable” cena que había tenido la noche anterior. Tengo que salir de aquí cuanto antes.-pensó Alice.

Se estremeció por el frío que empezó a sentir en sus pies, y fue en busca de algún calcetín y a cambiarse de ropa. Gracias a alguien que había dejado una jofaina sobre una pequeña mesita auxiliar, la muchacha no tuvo que esperar de nuevo a que alguien tuviera que acompañarla al baño para limpiarse la cara y asearse un poco. La muchacha hizo ademán de ponerse a recoger sus cosas, pero ¿qué cosas? No estaba en su casa, y lo único que era realmente suyo era su ropa que por todos los acontecimientos no tenía la menor intención de quedarse con ellas. No quería llevarse ningún mal recuerdo con ella de lo que le había ocurrido a sus padres, salvo el medallón que en la misma noche le había regalado su madre. Echó mano a él, aún lo llevaba colgando del cuello, y el hecho de notar el contacto frío del metal redondeado contra su piel, la reconfortaba, lo suficiente para tomar fuerzas y seguir adelante.

El ruido de unos nudillos llamando a la puerta, la sacaron de sus cavilaciones.
    - Hoy seré tu guía, ¿recuerdas?-
A Alice le sorprendió no encontrarse con Rose, quien parecía la más amable y cordial de entre todos ellos. Sin embargo se trataba de Ethan, quien esperaba allí plantado en vaqueros, camiseta y el pelo aún goteando por la reciente ducha.
    - Primera parada: la cocina.-anunció sonriente invitándola a que saliera al pasillo.-Vamos, no esperarás que te enseñe todo esto con el estómago vacío.-comentó mientras la chica salía ya al pasillo.
    - De acuerdo.-aceptó entre extrañada y divertida.
    - Estupendo, pongámonos en marcha.-sonrió complacido.
El chico comenzó a andar, no demasiado deprisa, ya que esperaba a que la muchacha le siguiera. Alice no quería perder mucho tiempo, a pesar de que el chico parecía mostrarse amable con ella, pensaba que era por pura cortesía, y por lo tanto puro trámite. No quería tener mucho más trato con ellos, al fin y al cabo, en cuanto comiera algo saldría de allí en busca del aeropuerto y marcharía a España, en busca de respuestas.
    - ¡ey! ¿te encuentras bien?-preguntó de repente el chico.
No había sido consciente de que se había quedado atrás parada en mitad del pasillo y rozando un dedo contra otro como solía hacer cuando estaba inmersa en sus pensamientos, nerviosa, o a la expectativa de algo, un gesto que solía hacer su padre, y que por tanto ella había heredado de él.
    - Eh…sí. No te preocupes, estoy bien.-susurró mientras volvía junto a Ethan.
    - Te decía, que desde tu habitación es muy sencillo ir a la cocina. El truco está en recordar que es una S.-sonrió.
    - ¿perdón?-
    - No pongas esa cara como si te estuviera hablando en chino.-comenzó a reír.-El camino que hay que recorrer tiene forma de S. Verás, desde tu habitación hasta la escalinata principal es una S, porque tienes que torcer primero a la izquierda y después a la derecha. Una vez bajas a la planta baja del edificio, el recorrido para llegar a la cocina, es como una gran C. Giras …
    - ¿dos veces a la derecha?-intentó adivinar Alice.
    - Exacto.-confirmó aún más sonriente el chico al descubrir que le habían entendido con su explicación.- Además te será fácil de recordar porque ¿por qué letra comienza cocina?
    - C
    - Eso es. Así que recordarlo es sencillo, quieres ir a la cocina, pues haces un recorrido en forma de C. ¿y escalera?
    - Por E.
    - ¿E? Querrás decir S*.-comentó extrañado el chico.-¡Ah! Eso será en español ¿no?
    - Sí. Es que a veces me cuesta trabajo cambiar el chip anglosajón.-dijo Alice mientras hacía un gesto de cambio a la altura de su sien.
    - Bueno este truco sólo funciona por el momento en inglés.-confesó pensativo.
    - Es nemotécnica ¿verdad?-ella sabía de qué se trataban esos trucos. Eran asociaciones de ideas y esquemas para facilitar el recuerdo de algo. En este caso, Ethan utilizaba las letras por la que empezaba la palabra que se utilizaba para referirse a alguna zona, o habitación del edificio para recordar el recorrido hacia ella.
    - Sí. Cuando era pequeño, recuerdo que siempre me perdía por estos pasillos, porque nunca recordaba el camino de vuelta. Mi hermana solía jugar con nosotros al escondite y nunca me encontraban porque siempre me alejaba demasiado de la zona por donde estábamos jugando. Tenía muy mal perder.-confesó el chico algo avergonzado.
La chica no pudo aguantar sonreír ante la imagen que le venía a la cabeza de un pequeño de ojos azules correteando por los pasillos mientras una niña algo más mayor la buscaba enrabiada por perder al juego de niños.
    - Entonces era cuando le cedía el turno a Dave.-Alice le miró extrañada esperando la explicación de Ethan.-Siempre me encontraba. Siempre sabía donde estaba yo. En parte era un alivio, y en parte un fastidio.-Nunca podíamos ganarle.
    - ¿Nunca?
    - Ni una sola vez. Ni siquiera cuando Cathy y yo intentamos buscarle entre los dos.-confesó algo compungido.
    - Eso es trampa.-dijo aún sonriendo la chica.
    - Quizás. Pero es un secreto.-susurró con complicidad.- Y ahora a la cocina. Hay que alimentarse, y no quiero que nuestra huésped se aburra con mis corredurías de crío.-dijo ceremonioso.
Algún ligero ruidito que otro se oía por los estómagos hambrientos de los chicos y eso hizo que el ritmo de sus pasos se acrecentarara. Si el salón donde habían estado cenando la noche anterior le pareció a Alice grande, la cocina le pareció enorme y extraña; pues ella se esperaba una antigua cocina de fogones como los de antes, mientras que lo que se encontró fue una cocina moderna, de piedra azul con vitrocerámica y una gran barra americana con sus correspondientes taburetes y una mesa de mármol blanco ocupada por varios periódicos de los que asomaba los mechones pelirojos.
    - Buenos días.-saludó Mathew sin levantar la vista del periódico.- Ethan. Alice. Tomad asiento. Hoy el desayuno corre por parte de Catherine.-dijo mientras señalaba a la chica de pelo largo que se movía por la cocina.
    - ¿doble turno durante una semana?-preguntó en susurro Ethan dirigiéndose a Mathew.
    - Más bien dos.-contestó alzando un poco la vista por encima de las hojas de la gaceta.
    - Uff… debe de estar de un humor de perros.
    - ¿Qué significa lo de turno…?.-quiso preguntar Alice.
    - Te lo explicaré luego. Cuando no estemos en territorio comanche.-dijo señalando levemente a su hermana.- ¿Qué quieres tomar?
    - Puedo hacerme el desayuno yo. No hace falta que…-
    - No lo hagas. Es peor créeme.- la muchacha lo miraba extrañada por no saber qué ocurría exactamente. Sabía que era algo relacionado con Catherine, y que quizás pudiera estar vinculado a las discusiones que se habían generado anoche. Sólo eran sospechas pero creía tener motivos suficientes para pensar que se trataba de algún tipo de reprimenda por parte de su madre.
    - Umm…cualquier cosa está bien. Un zumo, o un colacao, o incluso un café con leche. Lo que sea más sencillo y fácil.-con cualquier cosa se conformaba en ese momento. Lo único que quería era evitar darle más trabajo del deseado a la joven que se peleaba entre fogones, y de paso no darle más motivos para que la odiara aún más.
    - Cathy, podrías hacernos ¿un café con leche, tostadas para dos y un colacao, por favor?-solicitó a su hermana en un tono serio.
    - Por supuesto.-rezongó por lo bajo su hermana junto con alguna cosa más que no llegó a escuchar la chica.
    - ¿Dónde están Rose y Dave?-preguntó extrañado.- Me extraña que no esté por aquí. Él no se perdería por nada esto.-comentó en tono jocoso señalando a los fogones.
    - Y no se lo ha perdido. Ha venido a primera hora de la mañana.-comentó Mathew burlón dejando a un lado los periódicos.- Está hablando con Samantha.-dijo esta vez un poco más serio y mirando a Ethan.- Y Rose anda en el mercado, comprando algunas cosas que hacían falta. La he mandado a que compre algunas verduras y demás. Hoy comeremos mi especialidad, pasta con setas.-informó alegremente a los chicos.
    - Está buenísimo. Ya lo verás.-le comentó el chico a Alice.
Alguien carraspeó detrás de Ethan y Alice.
    - El desayuno.-dijo secamente Catherine mientras dejaba los platos sobre la mesa de mármol donde estaban todos sentados.
    - Huele bien. Gracias Cazz.-agradeció su hermano.
    - Muchas gracias.-susurró tímidamente Alice.

domingo, 13 de marzo de 2011

Modificaciones y Comentarios

Quería comentar que he hecho algunas modificaciones en los capítulos anteriores de este fic. No se puede decir exactamente que soy una escritora, porque escribo de forma intermitente. Pero en tal caso, sería una escritora muy muy novel. Así que soy consciente de que cometo muchos fallos y que siempre que leo y releo lo que he escrito, en la mayoría de los casos modifico algo. En este caso, me he dado cuenta que los nombres como "Cathering" estaban mal escritos, ya que en ese caso, este nombre de origen inglés sería "Catherine" o "Cattherine"; al igual que ha ocurrido con el nombre de "Gisele" que realmente se escribe "Gissele". Son fallitos como estos, o saltos de párrafo, alguna descripción que no me convence. Pero a día de hoy los cambios palpables han sido esos.

Quisiera aprovechar la ocasión y pedir disculpas por estar tardando tanto en escribir el siguiente capítulo, pero entre las fiestas de finales de Febrero, que aproveché para dar un viajecito, y algunos otros asuntos personales, me han hecho no poder avanzar en la historia. También he querido proporcionar este pequeño espacio que he preparado con esmero para que aquellas personas que quieran leer The City of Amber, lo hagan lo más cómodamente posible, proporcionándoles un lugar en el mundo digital.
Desde luego, el hecho de hacer este pequeño "proyecto bloggero" me ha quitado un poco de tiempo para seguir escribiendo, pero espero que disfrutéis del lugar y merezca la pena el tiempo invertido en ello.

Quizás pueda parecer pretencioso o presuntuoso el hecho de que haya creado este blog para la historia que he escrito, pero el único fin por lo que he hecho esto, ha sido para no comerle espacio a otras webs que amablemente ofrecen sus foros para escribir cualquier fic que al usuario se le antoje; y porque realmente me apetecía hacer un blog así, simple y llanamente eso.

Espero vuestros comentarios, y espero que disfrutéis de esta web ^^.

Besotes !! ^^

sábado, 12 de marzo de 2011

Capítulo 3: Exilio

    -Eso es porque, no estamos en Madrid, Alice. Nos encontramos en Londres, Inglaterra.-confesó Samantha.

Alice se volvió hacia la mujer con los ojos muy abiertos, sorprendida de encontrarse no en una ciudad distinta a Madrid, sino de encontrarse en una ciudad fuera de su propio país. Un millón de ideas y cuestiones empezaron a bombardear la mente de la chica, la mayoría negativas y sin un buen final.
    - ¿Por qué me han sacado del país? ¿Acaso…acaso estoy secuestrada?-se atrevió a preguntar Alice con todo su cuerpo en tensión y temiendo la respuesta.
    - ¿secuestrada?-preguntó sorprendida la mujer.-Oh no, por supuesto que no.-comentó mientras el corto y puntiagudo pelo se zarandeaba de un lado a otro.-Estás aquí por tu propio bien, por tu propia segurid…

Los ojos grises de la chica se volvieron fieros contra Samantha, buscando respuestas mientras su dolor se tornaba ira:
    - Pues dígame entonces porqué, por mi propia seguridad, me han arrastrado fuera de mi país, porqué nos atacaron aquellos hombres, porqué… mis padres están ahora muertos, porqué no puedo tan siquiera ir a llorarle a sus tumbas, porqué debo de confiar en ustedes, porqué esta ocurriendo todo esto…-finalizó susurrando Alice al borde del llanto.

El labio de la mujer se volvió una fina línea. La suave luz que se filtraba por uno de los grandes ventanales, arrancaba destellos cobrizos del pelo de esta, a la vez que hacía más notoria algunas pequeñas arrugas, y marcaban aún más el color oscuro que había bajo sus ojos. Seguramente, por la edad, podría ser perfectamente su madre, aunque en aquel momento le pareció más mayor, debido a la fatiga, el cansancio y un posible indicio de insomnio. Aún así se veía que en su juventud había sido una mujer de gran belleza, que aún perduraba.
Por un instante, algo le pareció ver brillar en el cuello de la mujer, que captó la atención de la chica. Era como si fuera un ligero destello plateado, que enseguida lo atribuyó a algún tipo de cadena que llevara colgada del cuello Samantha.
    - En estos momentos no puedo explicarle mucho más de lo que ya se le ha dicho. Sólo puedo decirte que estás a salvo, y que estamos investigando las muertes de sus padres. Si relataras lo que sucedió la otra noche, quizás podamos averiguar algo más, para que así, pronto puedas volver a tu país si así lo deseas. No te estamos reteniendo, Alice. Te estamos protegiendo. No creemos que se trate de un simple hurto que se haya ido de las manos. Aún queda uno de ellos suelto, y mientras no lo cojamos y no averigüemos qué querían exactamente de tu familia, seguirás bajo nuestra protección.-dijo con voz firme y sincera
    - Entonces… ¿soy como una especie de testigo protegido?-preguntó extrañada la chica intentando sosegarse un poco. Samantha asintió con la cabeza a modo de respuesta.
    - Sacarte del país era la única opción para que no te ocurriera lo mismo que a tus padres, puesto que no encontramos a ningún otro familiar tuyo, y las…-dudó por un instante.-…autoridades competentes no podían hacerse cargo de la situación en ese momento.

Por eso, cuando Alice había pensado que se había quedado sola en el mundo, y que ya no habría nadie que se preocupara por ella, no era una exageración de adolescente. En su caso era un hecho, y uno difícil de afrontar. Ni tíos, puesto que sus padres eran hijos únicos, ni abuelos, ya que murieron o bien cuando sus padres eran jóvenes o bien al poco de nacer Alice. No había nadie en el mundo en ese momento, que echara en falta a ninguno de los Lainghurst.
Se podría decir, que la familia Lainghurst, estaba casi extinta.
    - Soy hija única, al igual que mis padres.-eso explica que no tenga tíos ni primos-pensó la chica.-Mis abuelos no llegué a conocerlos.-contestó secamente.
    - Comprendo.

De nuevo se hizo el silencio en la biblioteca, escuchándose tan sólo el canto de algún mirlo en un cercano jardín, mientras el sol crepuscular iba dejando de iluminar la gran habitación.
    - Mi nombre es Alice Lainghurst, hija de Gissele y Michael Lainghurst. El nombre de soltera de mi madre era Gissele Thustar. De padres ingleses, mientras que yo tengo nacionalidad española. De ahí que hable su mismo idioma y con fluidez, señora Nimsburg. Mis padres, quisieron que fuera políglota. Ellos se casaron aquí, en Londres, pero por tema de negocios se trasladaron a Madrid, ciudad donde nací, crecí y he vivido durante mis 17 años de edad, hasta hoy.

La chica continuó dando datos sobre su familia o sobre ella de manera autómata. A medida que avanzando en su relato, se iba sintiendo con más fuerza, como si su cuerpo se preparara para un gran salto, e iba hablando cada vez más deprisa a medida que se iba acercando al día de su cumpleaños, día en el que las grandes superficies se aprovechaban de los enamorados y ponían todo tipo de artículos de colores rojos y rosados con motivos cursis de corazones, flores y ositos de peluche; todo para regalárselo a sus parejas.
Se suponía que un cumpleaños, es el día en el que el protagonismo para una persona está garantizado. No es que Alice quisiera que todo el mundo se fijara en ella, ni mucho menos. Era más bien que todo aquello, la hacía pasar más desapercibida aún, puesto que en ese día, en lugar de ganar perdía protagonismo. Su día especial, sólo era recordado por sus padres y por los horteras corazones gigantes que parecían reproducirse como setas en los escaparates de las tiendas.
Había llegado el momento en el que el relato se volvía cada vez más lúgubre. La chica sintió que ya no almacenaba fuerzas a medida que hablaba, sino que más bien las agotaba. El instante en el que la pesadilla se tornaba realidad había llegado: era el momento de hablar sobre cómo habían muerto sus padres. La mujer se inclinó un poco más hacia la chica, no quería perder detalle de esa parte en concreto de la historia.
A veces, el relato se veía interrumpido por preguntas que le hacía Samantha, pregunta sobre a dónde exactamente habían ido, en qué trabajaban sus padres, amistades de la familia, etc. Cualquiera que escuchara las respuestas, llegaría a la conclusión de que la familia Lainghurst, era una familia normal y corriente: del montón.
Una suave luz dorada bañaba la estancia debido a las diversas lámparas de pared situadas a ambos lados de la estancia. Alice se dio cuenta que no sabía ni qué hora era, ni cuántos días llevaba allí,…estaba desorientada. Una nueva pregunta la sacó de sus cavilaciones:
    - Dígame Alice, ¿cree que sus padres podrían haberse visto envueltos en algún negocio ilícito? ¿Cree que podría ser un ajuste de cuentas?
    - Por el amor de Dios: ¡NO!-exclamó la chica con los ojos aún abiertos por el asombro y el enfado que le había causado esas últimas preguntas. El cansancio la estaba volviendo irritable. Tenía demasiadas cosas rondándole la cabeza, demasiadas preguntas hechas por Samantha.-Ya le he dicho que mi familia éramos gente sencilla, casera. Nada raro en ella.-explicó un poco más calmada y con voz cansina.-Ya le he explicado lo que sucedió, y lo que esos cabrones le hicieron a mis padres.-dijo con rabia en su voz.
    - ¿Serías capaz de reconocerle?
    - Por su puesto.-contestó muy segura de sí misma.-Nunca podré olvidar esos ojos…

El ruido de alguien llamando a la puerta desconcertó a las dos.
    - Pasa.-contestó Samantha alzando un poco más la voz.

Una cabeza rubia asomó de forma tímida por el umbral de la puerta doble.
    - Siento interrumpir, tía Samantha. La cena está lista.-anunció Rose.
    - Creo que por hoy hemos terminado, Alice.-comentó Samantha mientras le daba un par de palmaditas sobre el muslo a Alice. Un leve ruido surgió de las tripas de la chica y esta se sonrojó mientras se abrazaba un poco la barriga.-Tú estómago te lo agradecerá.-comentó riéndose mientras se levantaba del sofá.

Samantha encabezó la marcha en silencio por los diversos pasillos, mientras las muchachas la seguían hasta llegar a una puerta por donde se escapaban de la rendija haces de luz, un delicioso olor a comida recién hecha, y murmullos de varias voces procedentes de la habitación. La mujer abrió la puerta sin más, de manera que se acallaron las voces y el pasillo se viera inundado unos instantes por el cálido ambiente, rico aroma y luz dorada.
    - Vamos, pasad, u os quedareis con la cena helada.-comentó alegre y con urgencia una voz masculina, mientras las tres entraban por fin al interior de la estancia.

Alice empezaba a notar y acostumbrarse a que toda estancia de aquel edificio era por definición grande, amplia y luminosa a la par que acogedora. El salón, o mejor dio, el salón comedor, tenía como motivo central una gran mesa robusta de alguna madera noble y oscura que la chica en ese momento no pudo determinar. Platos rebosantes de comida variada y muy colorida adornaban la mesa, al igual que varias bandejas, y el servicio dispuesto pulcramente para siete personas. Las paredes de la estancia estaban pintadas con un tenue azul Prusia, decoradas aquí y allá con algunos cuadros con motivos de la campiña del país, supuso Alice. Reparó en el grupo formado por los chicos que había visto antes en la biblioteca cuyos murmullos se apagaron al poco de abrirse la puerta y entrar Samantha en la habitación, mientras que un hombre grande, corpulento y sonriente terminaba de colocar una jarra de cristal finamente labrada, llena de agua.
    - La cena está servida.-anunció él. – Tome asiento donde desee, señorita.-dijo refiriéndose a Alice, mientras esta asintió levemente. Los tres chicos se sentaron en el ala derecha de la mesa, dejando el asiento que presidía la mesa libre, mientras que Rose se sentaba en el lado izquierdo, justo frente al chico que anteriormente había salido de la biblioteca en busca de su hermana; y Samantha se acercaba en silencio hacia el asiento que levemente había retirado de la mesa el hombre, esperando a que la mujer se sentara presidiendo la mesa.
    - No seas tímida Alice.-comentó Samantha mientras se acomodaba en su asiento al igual que lo hacía ya también el hombre.

La chica meneó un poco la cabeza hacia los lados, en un intento de despejarse y elegir asiento, pues ella había esperado hasta que todos se sentaran antes que ella para evitar sentarse en el lugar habitual de alguien. Rose la miró con una sonrisa amplia mientras daba palmaditas en el asiento que quedaba libre a su lado, para que se sentara junto a ella. Cuando por fin se acomodó habló de nuevo Samantha:
    - Creo que aún no se han llevado a cabo todas las presentaciones pertinentes. A Rose ya la conoces. Y él es Mathew.-dijo señalando al hombre corpulento de pelo rojizo.
    - Todo un gusto, señorita.-habló Mathew cuya cara estaba salpicada de pecas aquí y allá.
    - Y mis hijos, Catherine, Ethan y Dave.

Era extraño concebir que aquellos tres chicos fueran entre ellos hermanos. De Catherine e Ethan no se extrañaba en absoluto, es más sino se lo hubieran dicho lo hubiera sabido de igual manera, puesto que el parecido era tal que podían ser perfectamente mellizos. Ambos de tez clara, ojos de un azul intenso enmarcados por cabellos lacios y negros como el azabache. Es más, la chica había heredado los mismos rasgos faciales de su madre, al igual las arrugas que se formaban en la cara al hacer algún gesto en particular. Pero Dave… él era distinto. Todo él era dorado, tanto que podría pasar por un león o un sol humanizado. Sus cabellos rubios estaban ligeramente ondulados; de tez pálida con un ligero toque dorado; y sus ojos eran del color de la miel o del oro líquido. Eran tan distintos aquellos tres hermanos, quizás fueran hermanos de madre solamente. Hijos de matrimonios anteriores-pensó Alice.
    - Encantado.-sonrió el chico de ojos azules.
    - Nos hemos visto antes.-comentó Dave divertido, el cual se sentaba justo frente a Alice quien le miraba con estupefacción.
    - Y ella es Alice.
    - Encantada de conoceros.-contestó cortésmente Alice desviando la mirada hasta Samantha.
    - Y ahora que nos conocemos todos, ¡Qué aproveche!-exclamó jovial Mathew.

En seguida se empezaron a escuchar los sonidos característicos del entrechocar de los cubiertos con las bandejas y vajilla que estaban dispuestos sobre la mesa. Se había instaurado un silencio tan espeso, agobiante e incómodo, que pareció disgustarle a Mathew tanto como a Alice.
    - Bueno Alice, ¿te han enseñado ya el ins-edificio?-preguntó él con los ojos verdes iluminados por una sonrisa afable.
    - Los baños, la biblioteca, y…pasillos, muchos pasillo.-contestó la chica mientras hacía memoria de los sitios en los que había estado de ese edificio.- Este sitio parece un laberinto…-susurró.
    - Deberíais de enseñarle algunos de vosotros el lugar.-comentó él, tenedor en mano mientras señalaba a los tres hermanos.- Créeme, llevo varios años aquí y aún así a veces me cuesta trabajo recordar el camino para ir a determinada habitación.-comentó con desdén a Alice mientras pinchaba algo de ensalada en su plato.
    - Llevas razón Mathew.-corroboró Samantha.- Después de cenar, haced el favor alguno de acompañar a Alice a su habitación y mañana enseñadle la casa.
    - ¿Para qué? No tendría que estar por aquí mucho tiempo. En cualquier caso, encargaros vosotros.-comentó Catherine refiriéndose a los chicos.
    - Catherine.-dijo con autoridad su madre.
    - Estoy demasiado ocupada como para encargarme de …
    - No se preocupen. Puedo arreglármelas sola.-contestó Alice a modo de acabar la discusión.
    - Eso es lo que deberías haber hecho desde un principio y no…
    - Basta, Catherine. Ya hablaremos luego, jovencita.
    - Yo me encargaré de enseñarle la casa, madre.-comentó Ethan.

Catherine miró entre sorprendida y dolida a su hermano. Aquello pareció ser la gota que colmaba el vaso.
    - No me lo puedo creer. ¿Se puede saber qué os pasa? ¿Es que el hecho de que esté una mundana entre nosotros os nubla razón o qué?
    - Quizás a nosotros no. Pero parece que a ti sí.-contestó Dave.
    - Toda la culpa es tuya, Dave. Tomaste una decisión errónea, que hará que todos carguemos con las consecuencias. Mamá siempre ha sido indulgente contigo. Y todo porque mataron a sus padres…-el ruido de una de las sillas arrastrándose interrumpió a la morena. Era Alice que se había levantado de su asiento. No quería escuchar más.
    - No sé si “mundana”, será un insulto de la zona, o alguna forma despectiva para referirte a mí. Tengo un nombre al igual que tú, y me llamo Alice. Siento que la estúpida muerte de mis padres y el hecho de que yo esté aquí te moleste tanto. Créeme si te digo que estamos de acuerdo en que no debería de estar aquí. No sé quienes sois, ni a qué os dedicáis, sólo me habéis repetido una y otra vez que estoy a salvo y que confíe en vosotros. A mi me habéis arrastrado fuera de mi país, hasta aquí sin preguntarme ¿sabes?-dijo clavando sus ojos furiosos que ahora se habían tornado casi negros a pesar de la luminosidad de la habitación. – Pero tranquila tan pronto como pueda me marcharé de este lugar.- dicho esto, notó que empezaron a escocerle los ojos como cuando estaba a punto de llorar. Antes de que eso ocurriese saldría disparada de allí. Y eso fue lo que hizo. Sin esperar respuesta alguna sobre lo que acababa de decir, salió dando un portazo y corriendo por los pasillos sin rumbo, a medida que se alejaba de la explosión de gritos y voces procedentes de la discusión que acababa de abandonar en el salón.

Los chillidos fueron perdiendo intensidad a medida que Alice se alejaba. De repente se encontró con una gran escalinata. Decidió subir por ellas puesto que recordaba que había bajado unas escaleras con Rose en el trayecto para ir de su habitación a la biblioteca.
Siguió caminando por aquellos pasillos, iluminados tenuemente por la luz que entraba de los ventanales. La chica no recordaba que hubiera visto algo parecido cuando había ido con Rose, pero quizás simplemente no había prestado demasiada atención a lo que había a su alrededor, salvo los tapices con motivos de ángeles bordados. Entonces fue cuando llegó a una encrucijada de tres pasillos, y aquello si que no le sonaba de nada. Definitivamente, estaba perdida, así que Alice optó por seguir por el camino de en medio, al menos así sería más fácil de recordar por si tenía que volver sobre sus pasos.
De nuevo se encontró en un corredor revestido por tapices, lo que animó a pensar a la chica que quizás no se había perdido después de todo. Cuando llegó al final del pasillo, se encontró frente a una escalera de caracol que iba hacia el piso superior. Sin pensárselo dos veces, ascendió por ella, llegando a lo que parecía un jardín botánico o un invernadero.
Había multitud de plantas, de diversos tamaños, tipos y colores. Algunas desprendían un aroma fresco, como una brisa en primavera, mientras que otras olían como aquellos perfumes caros y sofocantes como los que suelen emanar de las ropas de las ancianas.
La chica recayó en que en uno de los laterales al entrar, había una escalera de madera apoyada en una trampilla situada en el techo. ¿Será el desván?-se preguntó Alice. Comprobó que no había nadie, y decidió saciar su curiosidad. Una ráfaga de aire frío agitó los cabellos de la chica impidiéndole ver, pero en seguida supo que estaba no en el desván sino en la azotea del edificio.
Por el aspecto que tenía el tejado, bien podría tratarse de un edificio histórico o bien de una antigua iglesia. La fachada parecía ser de piedra al igual que el interior del inmueble, salvo por los tejados que eran de teja oscura, pizarra tal vez.
Alice giró sobre si misma adquiriendo una visión global del entorno donde se situaba el edificio, sorprendiéndose al ver a lo lejos una silueta fácilmente reconocible aún en la noche. Iluminado con luz dorada, se recortaba el Big Ben y el parlamento inglés, destacando frente a cualquier luz o edificio que hubiera a su alrededor; frente a un Támesis que producía el contraste con sus oscuras aguas iluminadas por la luna creciente.
Ya le había dicho Samantha que se encontraban en Londres, pero no había visto nada hasta ese momento que demostrara que efectivamente, ella se encontrara allí. Fue entonces cuando Alice se sentó prácticamente en el borde de la azotea abrazándose las rodillas. Notó el medallón de su madre, que aún pendía de la fina cadena de plata, y lo apretó entre sus manos y la ropa mientras comenzaba a sollozar en silencio, sin importarle el frío húmedo de Londres, o cualquier otra cosa. Hubo un momento en el que recordó como solía consolarla su madre cuando era pequeña, bien porque no pudiera dormir o porque lloraba cuando se había hecho daño en las rodillas al caer, y entonces se puso a cantar aquella canción de su infancia.
Y entonces se dio cuenta de que no recordaba cómo seguía la melodía. Eso le hizo sentir una punzada de dolor y nostalgia. Hacía tiempo que no había escuchado esa canción de boca de su madre, y ya nunca tendría oportunidad de escucharla más. Se quedó en silencio mientras vagaba por sus recuerdos luchando por recordar, hasta que oyó un ruido procedente del otro lado del tejado. Quizás sea alguna paloma-supuso la chica.
    - ¿Con ganas de volar? Puedo echarte un cable en eso. Pero un consejo: cierra la boca antes de llegar al suelo.
    - No. Esperando a que tú me hagas una demostración.-contestó ella lacónicamente. Aspiró profundamente y miró de soslayo hacia donde creía que provenía la voz. -¿Dave, verdad?-preguntó con voz cansina mientras veía que efectivamente se trataba del chico de cabellos rubios, ahora plateados a causa de la luz proyectada por la luna.
    - Es bonito ver como las mujeres recuerdan tu nombre.-comentó acomodándose en una de las paredes cercanas.
    - ¿Aunque el motivo por el que te recuerden sea malo?-preguntó Alice mientras se giraba para ver a su acompañante.
    - Ha habido buenas…experiencias.-confesó sonriente.- No veo porqué plantearse que exista un recuerdo negativo sobre…
    - ¿Sabes qué? Prefiero no saberlo.-dijo Alice poniéndose en pié mientras se sacudía la arenilla de los vaqueros.- Es más, no me interesa en absoluto. Me voy a la cama.-dijo Alice dejando a un Dave plantado en la azotea mientras ella desaparecía ya por la trampilla del invernadero.

Bajó las escaleras de caracol dando puntapiés a cualquier piedrecita o grieta que se cruzaran en su camino. El dolor y el pesar habían desaparecido tras un creciente enfado. La chica no sabía que le molestaba más, si el hecho de ser un estorbo para Catherine, el hecho de no saber nada sobre dónde estaba o quienes eran en realidad, o la arrogancia de Dave. Parecía que la amabilidad no era precisamente uno de los puntos fuertes de ninguno de los dos. Menuda panda de…
    - ¡Ouch!-había chocado contra algo.
    - ¿Te has hecho daño?-dijo amablemente una voz masculina.

La chica alzó la vista encontrándose con una mano extendida y un par de ojos azules.
    - No, no. Perdona es que no iba mirando por dónde iba.-intentó justificarse azorada mientras aceptaba su mano para ayudarse a levantarse.- Gracias.-dijo algo sonrojada cuando finalmente se encontraba de nuevo de pie.

Ambos chicos se quedaron en silencio mirándose el uno al otro cuando de repente iniciaron los dos a la vez una frase.
    - Las damas primero.-contestó Ethan haciendo un ademán con la mano, haciendo sonreír levemente a Alice.
    - Está bien. ¿Podrías acompañarme hasta mi habitación?-la chica comprendió que la pregunta parecía dar a entender que se estaba insinuando al chico, al tiempo que se coloreaban su mejillas.-quiero decir…que me he perdido y…no sé donde estoy ni donde está mi habitación, y… ¡Dios, este sitio es un maldito laberinto!-exclamó exasperada. El chico comenzó a reírse, parecía que el hecho de que Alice se encontrara en esa situación le parecía muy cómico, y eso hizo que la chica le echara una mirada iracunda.
    - No pretendía ofenderte.-se excusó el chico dejando a tras toda risa.- Lo siento. No te preocupes, te acompaño. Tu habitación no está muy lejos.
    Como bien le había dicho Ethan, su cuarto no quedaba demasiado alejado de donde estaban, ya que el recorrido no duró más allá de un par de minutos.
    - Ya hemos llegado.-anunció el muchacho dando un par de golpecitos en el marco de la puerta.

La chica abrió la puerta comprobando que efectivamente era la habitación donde había despertado pues aún seguían algunas de las ropas prestadas de Rose sobre los pies de la cama.
    - Gracias. Si no me llego a chocar contigo, creo que hubiera dormido en uno de esos pasillos.-comentó la chica con media sonrisa.
    - Lo hubieras encontrado tarde o temprano.-contestó él devolviéndole la sonrisa.
    - Bueno, buenas noc…
    - Espera.-dijo colocando una mano en la puerta.-Disculpa a mi hermana. Se deja llevar y…es demasiado protectora. No tomes en cuenta lo que ha dicho antes.
    - Quizás ella llevaba razón, pero eso no quita haya sido muy desagradable…-contestó la chica dolida, recordando aún alguno de los comentarios de Catherine.
    - Ya es que a veces puede lleg…
    - Tranquilo. De todas maneras, pronto dejaré de estar aquí, y dejaré de ser una molestia para todos. No tengo intención de quedarme mucho tiempo.-comentó Alice cortando la frase del chico.
    - Buenas noches entonces, Alice.-se despidió el muchacho comprendiendo que la conversación había quedado zanjada.
    - Buenas noches, Ethan.- contestó esta, mientras cerraba la puerta tras de sí.

viernes, 11 de marzo de 2011

Capítulo 2: Oscuridad

Un ángel de alas extendidas…como si anunciara la llegada de alguien con su toque…
Alicia se despertó con la imagen aún reciente del ángel que aparecía en sus sueños. Parpadeó un par de veces, intentado acostumbrarse a la luminosidad que entraba por la gran ventana. Fue entonces cuando vio que había una figura recortada por la luz. Alicia aún estaba somnolienta, y pensó que aquella figura era una mala pasada que le estaba jugando su estado febril.
    - Debo de estar delirando.-se echó la mano a la frente notando calor en ella. Ahora creo ver un ángel.-dijo susurrando Alicia mientras encontraba similitudes de aquella figura con la que recordaba del edificio Metrópolis.
    - En cierta parte así es.-contestó una voz burlona en la habitación.- Buenos días, Alice.- la figura que antes estaba apoyada junto a la pared de la ventana, cruzó la habitación.
    De repente se abrió la puerta del cuarto, apareciendo una mujer de mediana edad.
    - Por fin has despertado. Estábamos preocupados por ti, Alicia. Veo que ya has conocido a Dave.- dijo la mujer mirando como se cerraba la puerta de la habitación mientras se sentaba en una silla junto a la cama.

Alicia se incorporó de repente en la cama, despejándose totalmente y con un fuerte rubor en sus mejillas. No era un sueño, verdaderamente había alguien aquí-pensó.
    - Parece que te ha vuelto la fiebre.- comentó la mujer adulta.-puedo llamar a …
    - No, no se preocupe, estoy bien.-zanjó rápidamente la chica mientras alisaba las sábanas de la cama a modo de serenarse. Alicia contempló su alrededor y fue entonces cuando cayó en la cuenta de que no estaba en un hospital, sino en una habitación de alguna casa antigua. Grandes ventanales ingleses adornados con cortinas hasta el suelo en color borgoña, muebles en madera oscura- pero… ¿Dónde estoy?¿Quién es usted?¿cómo sabe mi …?-
    - Soy Samantha Nimsburg.-se presentó cortando la batería de preguntas que había improvisado rápidamente la chica.-Sé que tienes muchas preguntas que necesitan respuesta, pero creo que antes, deberías de vestirte y desayunar un poco.-comentó mientras se levantaba de su asiento y alisaba los pliegues de su falda.- Cuando estés lista, Rose te indicará el camino.
    - ¡Espere! ¿Cómo sé que puedo confiar en usted?
    - La hemos salvado y cuidado de la mejor manera posible. Este es un lugar seguro.- dijo finalmente cerrando la puerta tras de sí.

Fue entonces cuando Alicia reparó en la otra persona que estaba en la habitación. Una chica de más o menos su misma edad, que estaba de pié sosteniendo lo que parecía ropa y una pequeña bandeja con comida. Ambas permanecieron en silencio, mientras que el único ruido que se escuchaba en la habitación era el leve roce de las ropas que había depositado Rose a los pies de la cama.
    - He preparado un poco de té y unas tostadas. Espero que sea de tu agrado.-comentó la chica rubia en un español forzado.
    - Gracias.-respondió Alicia viendo como su respuesta hacía sonreír a Rose mientras mordisqueaba una de las tostadas.- ¿No eres española, verdad?-preguntó con curiosidad.

Rose se sonrojó un poco, mientras se atusaba algo nerviosa la trenza rubia que caía por uno de sus hombros.
    - Lo siento, sé que mi español es horrible…-se disculpó azorada.-soy galesa.
    - No te disculpes, tu español no es tan malo como crees, sólo que tienes un acento muy fuerte.-sonrió Alicia hablándole esta vez en inglés a la chica.
    - ¿hablas mi idioma?-preguntó sorprendida Rose.
    - Sí, mis padres…-una punzada de dolor atravesó el pecho de Alicia mientras volvía aquella sensación de escozor a sus ojos.- eran ingleses.-finalizó más seria que antes.

Rose se percató del cambio de humor de Alicia, he intentó cambiar de tema para abandonar aquel silencio incómodo.
    - Me han pedido que te prestar algo de ropa.-comentó Rose dando un par de golpecitos a las prendas allí depositadas.-Están muy desgastadas, pero te pueden servir.-dijo esbozando una sonrisa.

Fue entonces cuando Alice fue consciente de que llevaba un pijama en lugar de su abrigo, y su camiseta y vaqueros favoritos.
    - ¿Dónde está mi ropa?-preguntó azorada.
    - Lavándose. Estaban…sucias.

Alice sabía que la chica había evitado decir que realmente sus ropas estabas ensangrentadas. No quiso pensar en ello o se pondría de nuevo con aquel molesto escozor en los ojos. Así que simplemente le dio un último trago al té y se levantó de la cama, observando el par de pantalones vaqueros y camisetas que había traído la chica galesa, para al final elegir una camiseta turquesa y unos vaqueros desgastados.
    - Vamos, te indicaré donde puedes ducharte, mmm…¿Cómo te llamas?-preguntó de repente con sus ávidos ojos verdes.

La chica se quedó unos segundos pensando en la voz que le había dado los buenos días, hasta que finalmente dijo:
    - Alice Lainghurst.
    - Encantada, soy Rose Shieldon.-contestó muy sonriente esta.-No sé como no se me ha ocurrido preguntarte el nombre antes, Alice.-comentó la chica azorada.-bueno démonos prisa, tía Samantha estará esperándote pronto.-dijo Rose mientras empujaba a la chica fuera de la habitación.

Durante el camino hacia el baño, Rose fue indicándole a Alice los distintos pasillos y direcciones a tomar, para llegar al baño. A la recién llegada, le pareció en un primer momento un camino intrincado y sinuoso, del cual no se acordaría de nada a la hora de volver a su habitación. Todo lo que Alice había visto, eran largos pasillos con paredes de fría piedra, que a veces estaba revestida con tapices en donde se veía siempre un ángel de alas extendidas alzándose sobre un lago. La joven galesa notó como la otra chica se rezagaba porque se había parado frente a uno de los tapices.
    - Vamos, entra por aquí, ya hemos llegado.-azuzó

Alice se acercó un poco más al tapiz, haciendo caso omiso de lo que le había dicho Rose y admirando la belleza de este y del ángel que lo decoraba a modo de tema principal. Fue entonces cuando le vino a la mente como acto reflejo, la visión que había tenido justo al despertarse de aquella figura recortada por la luz que invadía la habitación, y el recuerdo de un nombre.
    - ¿Quien es Dave?-preguntó con curiosidad.
    - ¿Cómo lo has cono…? No. Prefiero no saberlo.-comentó con tono reticente.- Como se las apañará siempre para estar metido en todos sitios.-susurró más para sí que para la propia Alice.- Es…supongo… que se podría decir, que es la irritación de casi cualquiera que viva entre estas cuatro paredes. No creo que sea mal tipo, pero a veces… es bastante difícil de tratar.- confesó esta. – En cualquier caso, ya los conocerás a todos. Y ahora, dúchate. Yo estaré esperándote aquí fuera para acompañarte después a la biblioteca.-dijo Rose complaciente.

Alice asintió levemente, aún pensativa por los comentarios de la otra chica y entró en el baño. Este, era bastante amplio, más de lo que estaba acostumbrada a ver en su día a día, y luminoso debido a una pequeña claraboya que había en el centro del techo. Cuando entró en la ducha, lo único que realmente le apetecía era estar bajo el agua caliente durante varios minutos sin moverse un ápice, intentando ordenar sus recuerdos. Agachó la mirada descubriendo que aún tenía consigo el colgante de su madre. Lo apretó con fuerza contra su pecho y justo entonces empezó a recordar el momento en el que su madre le obsequió con aquel colgante en la azotea del Metrópolis; el momento en el que ella misma vio como les seguían aquellos tipos; el momento en el que habían apuñalado a su padre; el momento en el que su madre se debatía buscando una oportunidad para que huyera su única hija; el momento en el que corría como alma que lleva el diablo aterrorizada y deseando que todo aquello fuera parte de una pesadilla; el momento en el que se vio acorralada por aquel que estaba embadurnado en la propia sangre de sus progenitores, rugiendo de pura rabia y con ojos salvajes y malévolamente oscuros; el momento, en el que aquel chico de pelo azabache anunciaba lo que Alice más temía perder en este mundo: a sus padres.
Agradeció estar sola, aunque fuera sólo por breves instantes, y rompió a llorar consciente de sus recuerdos, observando que los rasguños que se había hecho al caer estaban allí, que habían sido testigos de aquella fatídica noche. Tenía muchas preguntas, sentía mucho dolor. Por desgracia, Alice sabía que no existía ninguna manera de hacer que sus padres volvieran, pero también sabía que con lágrimas y de brazos cruzados no se solucionaba nada. Estaba sola, no le quedaba nadie en el mundo, ya no quedaba nadie a quien le importara su existencia.
Nadie irrumpió en aquel servicio, pues los sollozos eran ahogados por el sonido del agua agolpándose en la piel desnuda de Alice, fue en aquel momento en el que decidió que sólo en ese instante, se abandonaría al llanto y el dolor, hasta que sus lágrimas dejaran de brotar.
No supo decir, cuánto tiempo estuvo así: diez minutos, media hora ¿quizás? Cuando se sintió un poco más serena, se lavó, se probó la ropa de Rose, la cual le quedaba como anillo al dedo, y se desenredó la larga melena, dejando que cubriera toda su espalda. Antes de salir por fin, para encontrarse con Rose, se aseguró en uno de los espejos, que sus ojos grises no estuvieran rojizos por el llanto y que el medallón se hallara oculto bajo las ropas.
    - Creo que tenemos la misma talla.-comentó sonriendo a modo de saludo la galesa.
    - Sí, eso parece.-se limitó a contestar Alice.
    - Sígueme, la biblioteca no queda muy lejos de aquí.

Esta vez el camino a la biblioteca, desde allí parecía fácil, no había torcido en ninguna esquina, tan sólo habíamos llegado al final de uno de los pasillos, encontrándose con una gran escalinata que descendieron. Alice notó que su acompañante se miró la muñeca, consultando la hora, supuso ella. Justo al pasar por una de las puertas del pasillo que habían tomado a la derecha, se oyó el abrir de una puerta:
    - ¡Ey Rose!¡Rose! ¿Puedes echarme una mano?-preguntó una voz masculina.

Ambas chicas se dieron la vuelta para comprobar quien había sido el que había aparecido en el pasillo.
    - ¡Eh...sí, voy!-contestó dudosa Rose alzando un poco la voz para después girarse a Alice.-Mira, sigue hasta el final del pasillo. Allí en la biblioteca es donde tía Samantha te está esperando.
    - Rose, a este paso, hoy carbonizo la comida…-volvió a decir la voz masculina.
    - Ya voy, ya voy. Siento no poder acompañarte.-se disculpó.- Nos vemos luego.-se despidió Rose mientras echaba a correr por mitad del pasillo.

La chica avanzó en silencio por el pasillo, escuchándose tan sólo el suave caminar sobre la alfombra que adornaba gran parte del pasillo. A medida que ella se iba acercando al final del pasillo, pudo vislumbrar una puerta de doble hoja labrada en madera. Unos rayos de sol y varias voces acaloradas, se escapaban de la sala debido a que la puerta se hallaba entreabierta. Alice se detuvo un poco antes de llegar a la puerta, intentando escuchar algún retazo de la discusión.
    - Todo esto es una locura.-dijo una voz femenina.
    - No comprendo porqué ha de ser un problema para ti, Catherine.-respondió esta vez una voz calmada y masculina.
    - ¿¡Sólo un problema!? Nos has creado más de uno al traer a esa mundana.-espetó la chica de nuevo.
    - No podíamos dejarla allí, compréndelo.-se disculpó una segunda voz masculina.
    - Podríais haberla llevado al instituto de Madrid, y así no haber puesto en peligro la vida de mi hermano.-comentó más furiosa aún la voz que contestaba por el nombre Catherine.
    - Lo intentamos, y no encontramos a nadie, Cathy. – alegó de nuevo la segunda voz de chico.
    - La única solución plausible era esta.-contestó resolutivo el otro chico.
    - …no lo creo, no lo apruebo. No entiendo porqué habéis traído una mundi al Instituto. Si hubiera estado yo allí…-dijo de nuevo la voz femenina.

Alice se acercó un poco más a la puerta, viendo como el chico de pelo leonado se disponía a replicar cuando Samantha gritó de repente:
    - ¡Suficiente! No quiero escucharos discutir más sobre este tema. Pase Alicia.

La chica no se había dado cuenta que se había acercado demasiado, y que en ese momento todas las miradas reparaban en ella. Abrió tímidamente una de las hojas de la puerta, mientras vio como una chica de pelo azabache se acercaba hasta ella mirándola de forma furiosa.
    - Mírala. Ni si quiera es de aquí. Ni si quiera habla nuestro idioma… -comentó en tono displicente la chica.
    - Siento contrariarte.- contestó Alice cortante en un perfecto inglés.

En cuestión de segundos, las cara de los presentes habían pasado del enfado al puro asombro. Alice vio como una sonrisa maliciosa se iba dibujando en el rostro del chico de pelo dorado, mientras que Catherine iba adquiriendo un fuerte color rojizo en sus mejillas mientras apretaba los puños hasta que los nudillos se pusieron blancos (de pura rabia y enfado contenido, supuso la muchacha), marchándose finalmente de allí con paso airado.
El chico de pelo oscuro suspiró y susurró pesaroso:
    - Hablaré con ella.- sonrió al pasar al lado de Alice.
    - Pase señorita Alicia, tome asiento.-dijo Samantha ofreciéndole asiento en el sillón mientras notaba como la seguían un par de ojos dorados.
    - Gracias. Puede llamarme Alice, si lo prefiere.-comentó Alice mientras miraba de reojo al chico.
    - Dave, sino te importa…
    - No, no, no me importa, adelante.-dijo en tono condescendiente acomodándose junto al lado del sillón donde estaba Alice.
    - Dave.-dijo Samantha en tono serio y fulminándolo con la mirada.
    - No frunzas tanto el ceño, o te saldrán arrugas.-dijo con tono burlón justo antes de cerrar la puerta de la biblioteca.

Alice vio como a Samantha le temblaba ligeramente el labio de puro irritación. Aspiró aire fuertemente, en un ademán de calmarse, mientras tomaba asiento junto a Alice. El rostro que mostraba Samantha, denotaba agotamiento, preocupación, y unas ojeras de llevar varios días sin dormir. La chica ya se había preparado para lo peor, y se había prometido a si misma, que no lloraría delante de nadie. La voz de la mujer la sacó de sus cavilaciones.
    - Alice, ¿te vez capaz de contarme lo que realmente ocurrió la otra noche, cuando…?
    - ¿…iba con mis padres?-terminó la frase la chica.- Sí se lo contaré, pero dígame una cosa antes.- Alice respiró profundamente preparándose para lo que estaba a punto de decir.- ¿Mis padres…han…han muerto?-dijo atravesando con sus ojos grises a Samantha, mientras arañaba con las uñas sus vaqueros.

Esta la miró atónica. No parecía esperarse que la chica fuera tan directa, o que tuviera el valor suficiente para preguntar aquello sin contemplaciones. Sólo pudo asentir en silencio mientras cogía las manos de la muchacha entre las suyas y le daba un leve apretón.
    - Lamento mucho su pérdida.

La chica había seguido manteniendo la mirada de Samantha, dándose cuenta que, aunque era la frase típica que se solía decir en estos casos, pareciera realmente apenada por ello. Como si realmente lo sintiera de verdad-pensó la chica.
    - Tengo otra pregunta antes de contarle nada. Desde luego esto no es ningún hospital, así que dígame, ¿A dónde me han traído? Esto no se parece a ningún edificio que haya visto antes en Madrid.-comentó la chica recordando las paredes de piedra decoradas con tapices y grandes cristaleras.
    - Eso es porque, no estamos en Madrid, Alice.