sábado, 12 de marzo de 2011

Capítulo 3: Exilio

    -Eso es porque, no estamos en Madrid, Alice. Nos encontramos en Londres, Inglaterra.-confesó Samantha.

Alice se volvió hacia la mujer con los ojos muy abiertos, sorprendida de encontrarse no en una ciudad distinta a Madrid, sino de encontrarse en una ciudad fuera de su propio país. Un millón de ideas y cuestiones empezaron a bombardear la mente de la chica, la mayoría negativas y sin un buen final.
    - ¿Por qué me han sacado del país? ¿Acaso…acaso estoy secuestrada?-se atrevió a preguntar Alice con todo su cuerpo en tensión y temiendo la respuesta.
    - ¿secuestrada?-preguntó sorprendida la mujer.-Oh no, por supuesto que no.-comentó mientras el corto y puntiagudo pelo se zarandeaba de un lado a otro.-Estás aquí por tu propio bien, por tu propia segurid…

Los ojos grises de la chica se volvieron fieros contra Samantha, buscando respuestas mientras su dolor se tornaba ira:
    - Pues dígame entonces porqué, por mi propia seguridad, me han arrastrado fuera de mi país, porqué nos atacaron aquellos hombres, porqué… mis padres están ahora muertos, porqué no puedo tan siquiera ir a llorarle a sus tumbas, porqué debo de confiar en ustedes, porqué esta ocurriendo todo esto…-finalizó susurrando Alice al borde del llanto.

El labio de la mujer se volvió una fina línea. La suave luz que se filtraba por uno de los grandes ventanales, arrancaba destellos cobrizos del pelo de esta, a la vez que hacía más notoria algunas pequeñas arrugas, y marcaban aún más el color oscuro que había bajo sus ojos. Seguramente, por la edad, podría ser perfectamente su madre, aunque en aquel momento le pareció más mayor, debido a la fatiga, el cansancio y un posible indicio de insomnio. Aún así se veía que en su juventud había sido una mujer de gran belleza, que aún perduraba.
Por un instante, algo le pareció ver brillar en el cuello de la mujer, que captó la atención de la chica. Era como si fuera un ligero destello plateado, que enseguida lo atribuyó a algún tipo de cadena que llevara colgada del cuello Samantha.
    - En estos momentos no puedo explicarle mucho más de lo que ya se le ha dicho. Sólo puedo decirte que estás a salvo, y que estamos investigando las muertes de sus padres. Si relataras lo que sucedió la otra noche, quizás podamos averiguar algo más, para que así, pronto puedas volver a tu país si así lo deseas. No te estamos reteniendo, Alice. Te estamos protegiendo. No creemos que se trate de un simple hurto que se haya ido de las manos. Aún queda uno de ellos suelto, y mientras no lo cojamos y no averigüemos qué querían exactamente de tu familia, seguirás bajo nuestra protección.-dijo con voz firme y sincera
    - Entonces… ¿soy como una especie de testigo protegido?-preguntó extrañada la chica intentando sosegarse un poco. Samantha asintió con la cabeza a modo de respuesta.
    - Sacarte del país era la única opción para que no te ocurriera lo mismo que a tus padres, puesto que no encontramos a ningún otro familiar tuyo, y las…-dudó por un instante.-…autoridades competentes no podían hacerse cargo de la situación en ese momento.

Por eso, cuando Alice había pensado que se había quedado sola en el mundo, y que ya no habría nadie que se preocupara por ella, no era una exageración de adolescente. En su caso era un hecho, y uno difícil de afrontar. Ni tíos, puesto que sus padres eran hijos únicos, ni abuelos, ya que murieron o bien cuando sus padres eran jóvenes o bien al poco de nacer Alice. No había nadie en el mundo en ese momento, que echara en falta a ninguno de los Lainghurst.
Se podría decir, que la familia Lainghurst, estaba casi extinta.
    - Soy hija única, al igual que mis padres.-eso explica que no tenga tíos ni primos-pensó la chica.-Mis abuelos no llegué a conocerlos.-contestó secamente.
    - Comprendo.

De nuevo se hizo el silencio en la biblioteca, escuchándose tan sólo el canto de algún mirlo en un cercano jardín, mientras el sol crepuscular iba dejando de iluminar la gran habitación.
    - Mi nombre es Alice Lainghurst, hija de Gissele y Michael Lainghurst. El nombre de soltera de mi madre era Gissele Thustar. De padres ingleses, mientras que yo tengo nacionalidad española. De ahí que hable su mismo idioma y con fluidez, señora Nimsburg. Mis padres, quisieron que fuera políglota. Ellos se casaron aquí, en Londres, pero por tema de negocios se trasladaron a Madrid, ciudad donde nací, crecí y he vivido durante mis 17 años de edad, hasta hoy.

La chica continuó dando datos sobre su familia o sobre ella de manera autómata. A medida que avanzando en su relato, se iba sintiendo con más fuerza, como si su cuerpo se preparara para un gran salto, e iba hablando cada vez más deprisa a medida que se iba acercando al día de su cumpleaños, día en el que las grandes superficies se aprovechaban de los enamorados y ponían todo tipo de artículos de colores rojos y rosados con motivos cursis de corazones, flores y ositos de peluche; todo para regalárselo a sus parejas.
Se suponía que un cumpleaños, es el día en el que el protagonismo para una persona está garantizado. No es que Alice quisiera que todo el mundo se fijara en ella, ni mucho menos. Era más bien que todo aquello, la hacía pasar más desapercibida aún, puesto que en ese día, en lugar de ganar perdía protagonismo. Su día especial, sólo era recordado por sus padres y por los horteras corazones gigantes que parecían reproducirse como setas en los escaparates de las tiendas.
Había llegado el momento en el que el relato se volvía cada vez más lúgubre. La chica sintió que ya no almacenaba fuerzas a medida que hablaba, sino que más bien las agotaba. El instante en el que la pesadilla se tornaba realidad había llegado: era el momento de hablar sobre cómo habían muerto sus padres. La mujer se inclinó un poco más hacia la chica, no quería perder detalle de esa parte en concreto de la historia.
A veces, el relato se veía interrumpido por preguntas que le hacía Samantha, pregunta sobre a dónde exactamente habían ido, en qué trabajaban sus padres, amistades de la familia, etc. Cualquiera que escuchara las respuestas, llegaría a la conclusión de que la familia Lainghurst, era una familia normal y corriente: del montón.
Una suave luz dorada bañaba la estancia debido a las diversas lámparas de pared situadas a ambos lados de la estancia. Alice se dio cuenta que no sabía ni qué hora era, ni cuántos días llevaba allí,…estaba desorientada. Una nueva pregunta la sacó de sus cavilaciones:
    - Dígame Alice, ¿cree que sus padres podrían haberse visto envueltos en algún negocio ilícito? ¿Cree que podría ser un ajuste de cuentas?
    - Por el amor de Dios: ¡NO!-exclamó la chica con los ojos aún abiertos por el asombro y el enfado que le había causado esas últimas preguntas. El cansancio la estaba volviendo irritable. Tenía demasiadas cosas rondándole la cabeza, demasiadas preguntas hechas por Samantha.-Ya le he dicho que mi familia éramos gente sencilla, casera. Nada raro en ella.-explicó un poco más calmada y con voz cansina.-Ya le he explicado lo que sucedió, y lo que esos cabrones le hicieron a mis padres.-dijo con rabia en su voz.
    - ¿Serías capaz de reconocerle?
    - Por su puesto.-contestó muy segura de sí misma.-Nunca podré olvidar esos ojos…

El ruido de alguien llamando a la puerta desconcertó a las dos.
    - Pasa.-contestó Samantha alzando un poco más la voz.

Una cabeza rubia asomó de forma tímida por el umbral de la puerta doble.
    - Siento interrumpir, tía Samantha. La cena está lista.-anunció Rose.
    - Creo que por hoy hemos terminado, Alice.-comentó Samantha mientras le daba un par de palmaditas sobre el muslo a Alice. Un leve ruido surgió de las tripas de la chica y esta se sonrojó mientras se abrazaba un poco la barriga.-Tú estómago te lo agradecerá.-comentó riéndose mientras se levantaba del sofá.

Samantha encabezó la marcha en silencio por los diversos pasillos, mientras las muchachas la seguían hasta llegar a una puerta por donde se escapaban de la rendija haces de luz, un delicioso olor a comida recién hecha, y murmullos de varias voces procedentes de la habitación. La mujer abrió la puerta sin más, de manera que se acallaron las voces y el pasillo se viera inundado unos instantes por el cálido ambiente, rico aroma y luz dorada.
    - Vamos, pasad, u os quedareis con la cena helada.-comentó alegre y con urgencia una voz masculina, mientras las tres entraban por fin al interior de la estancia.

Alice empezaba a notar y acostumbrarse a que toda estancia de aquel edificio era por definición grande, amplia y luminosa a la par que acogedora. El salón, o mejor dio, el salón comedor, tenía como motivo central una gran mesa robusta de alguna madera noble y oscura que la chica en ese momento no pudo determinar. Platos rebosantes de comida variada y muy colorida adornaban la mesa, al igual que varias bandejas, y el servicio dispuesto pulcramente para siete personas. Las paredes de la estancia estaban pintadas con un tenue azul Prusia, decoradas aquí y allá con algunos cuadros con motivos de la campiña del país, supuso Alice. Reparó en el grupo formado por los chicos que había visto antes en la biblioteca cuyos murmullos se apagaron al poco de abrirse la puerta y entrar Samantha en la habitación, mientras que un hombre grande, corpulento y sonriente terminaba de colocar una jarra de cristal finamente labrada, llena de agua.
    - La cena está servida.-anunció él. – Tome asiento donde desee, señorita.-dijo refiriéndose a Alice, mientras esta asintió levemente. Los tres chicos se sentaron en el ala derecha de la mesa, dejando el asiento que presidía la mesa libre, mientras que Rose se sentaba en el lado izquierdo, justo frente al chico que anteriormente había salido de la biblioteca en busca de su hermana; y Samantha se acercaba en silencio hacia el asiento que levemente había retirado de la mesa el hombre, esperando a que la mujer se sentara presidiendo la mesa.
    - No seas tímida Alice.-comentó Samantha mientras se acomodaba en su asiento al igual que lo hacía ya también el hombre.

La chica meneó un poco la cabeza hacia los lados, en un intento de despejarse y elegir asiento, pues ella había esperado hasta que todos se sentaran antes que ella para evitar sentarse en el lugar habitual de alguien. Rose la miró con una sonrisa amplia mientras daba palmaditas en el asiento que quedaba libre a su lado, para que se sentara junto a ella. Cuando por fin se acomodó habló de nuevo Samantha:
    - Creo que aún no se han llevado a cabo todas las presentaciones pertinentes. A Rose ya la conoces. Y él es Mathew.-dijo señalando al hombre corpulento de pelo rojizo.
    - Todo un gusto, señorita.-habló Mathew cuya cara estaba salpicada de pecas aquí y allá.
    - Y mis hijos, Catherine, Ethan y Dave.

Era extraño concebir que aquellos tres chicos fueran entre ellos hermanos. De Catherine e Ethan no se extrañaba en absoluto, es más sino se lo hubieran dicho lo hubiera sabido de igual manera, puesto que el parecido era tal que podían ser perfectamente mellizos. Ambos de tez clara, ojos de un azul intenso enmarcados por cabellos lacios y negros como el azabache. Es más, la chica había heredado los mismos rasgos faciales de su madre, al igual las arrugas que se formaban en la cara al hacer algún gesto en particular. Pero Dave… él era distinto. Todo él era dorado, tanto que podría pasar por un león o un sol humanizado. Sus cabellos rubios estaban ligeramente ondulados; de tez pálida con un ligero toque dorado; y sus ojos eran del color de la miel o del oro líquido. Eran tan distintos aquellos tres hermanos, quizás fueran hermanos de madre solamente. Hijos de matrimonios anteriores-pensó Alice.
    - Encantado.-sonrió el chico de ojos azules.
    - Nos hemos visto antes.-comentó Dave divertido, el cual se sentaba justo frente a Alice quien le miraba con estupefacción.
    - Y ella es Alice.
    - Encantada de conoceros.-contestó cortésmente Alice desviando la mirada hasta Samantha.
    - Y ahora que nos conocemos todos, ¡Qué aproveche!-exclamó jovial Mathew.

En seguida se empezaron a escuchar los sonidos característicos del entrechocar de los cubiertos con las bandejas y vajilla que estaban dispuestos sobre la mesa. Se había instaurado un silencio tan espeso, agobiante e incómodo, que pareció disgustarle a Mathew tanto como a Alice.
    - Bueno Alice, ¿te han enseñado ya el ins-edificio?-preguntó él con los ojos verdes iluminados por una sonrisa afable.
    - Los baños, la biblioteca, y…pasillos, muchos pasillo.-contestó la chica mientras hacía memoria de los sitios en los que había estado de ese edificio.- Este sitio parece un laberinto…-susurró.
    - Deberíais de enseñarle algunos de vosotros el lugar.-comentó él, tenedor en mano mientras señalaba a los tres hermanos.- Créeme, llevo varios años aquí y aún así a veces me cuesta trabajo recordar el camino para ir a determinada habitación.-comentó con desdén a Alice mientras pinchaba algo de ensalada en su plato.
    - Llevas razón Mathew.-corroboró Samantha.- Después de cenar, haced el favor alguno de acompañar a Alice a su habitación y mañana enseñadle la casa.
    - ¿Para qué? No tendría que estar por aquí mucho tiempo. En cualquier caso, encargaros vosotros.-comentó Catherine refiriéndose a los chicos.
    - Catherine.-dijo con autoridad su madre.
    - Estoy demasiado ocupada como para encargarme de …
    - No se preocupen. Puedo arreglármelas sola.-contestó Alice a modo de acabar la discusión.
    - Eso es lo que deberías haber hecho desde un principio y no…
    - Basta, Catherine. Ya hablaremos luego, jovencita.
    - Yo me encargaré de enseñarle la casa, madre.-comentó Ethan.

Catherine miró entre sorprendida y dolida a su hermano. Aquello pareció ser la gota que colmaba el vaso.
    - No me lo puedo creer. ¿Se puede saber qué os pasa? ¿Es que el hecho de que esté una mundana entre nosotros os nubla razón o qué?
    - Quizás a nosotros no. Pero parece que a ti sí.-contestó Dave.
    - Toda la culpa es tuya, Dave. Tomaste una decisión errónea, que hará que todos carguemos con las consecuencias. Mamá siempre ha sido indulgente contigo. Y todo porque mataron a sus padres…-el ruido de una de las sillas arrastrándose interrumpió a la morena. Era Alice que se había levantado de su asiento. No quería escuchar más.
    - No sé si “mundana”, será un insulto de la zona, o alguna forma despectiva para referirte a mí. Tengo un nombre al igual que tú, y me llamo Alice. Siento que la estúpida muerte de mis padres y el hecho de que yo esté aquí te moleste tanto. Créeme si te digo que estamos de acuerdo en que no debería de estar aquí. No sé quienes sois, ni a qué os dedicáis, sólo me habéis repetido una y otra vez que estoy a salvo y que confíe en vosotros. A mi me habéis arrastrado fuera de mi país, hasta aquí sin preguntarme ¿sabes?-dijo clavando sus ojos furiosos que ahora se habían tornado casi negros a pesar de la luminosidad de la habitación. – Pero tranquila tan pronto como pueda me marcharé de este lugar.- dicho esto, notó que empezaron a escocerle los ojos como cuando estaba a punto de llorar. Antes de que eso ocurriese saldría disparada de allí. Y eso fue lo que hizo. Sin esperar respuesta alguna sobre lo que acababa de decir, salió dando un portazo y corriendo por los pasillos sin rumbo, a medida que se alejaba de la explosión de gritos y voces procedentes de la discusión que acababa de abandonar en el salón.

Los chillidos fueron perdiendo intensidad a medida que Alice se alejaba. De repente se encontró con una gran escalinata. Decidió subir por ellas puesto que recordaba que había bajado unas escaleras con Rose en el trayecto para ir de su habitación a la biblioteca.
Siguió caminando por aquellos pasillos, iluminados tenuemente por la luz que entraba de los ventanales. La chica no recordaba que hubiera visto algo parecido cuando había ido con Rose, pero quizás simplemente no había prestado demasiada atención a lo que había a su alrededor, salvo los tapices con motivos de ángeles bordados. Entonces fue cuando llegó a una encrucijada de tres pasillos, y aquello si que no le sonaba de nada. Definitivamente, estaba perdida, así que Alice optó por seguir por el camino de en medio, al menos así sería más fácil de recordar por si tenía que volver sobre sus pasos.
De nuevo se encontró en un corredor revestido por tapices, lo que animó a pensar a la chica que quizás no se había perdido después de todo. Cuando llegó al final del pasillo, se encontró frente a una escalera de caracol que iba hacia el piso superior. Sin pensárselo dos veces, ascendió por ella, llegando a lo que parecía un jardín botánico o un invernadero.
Había multitud de plantas, de diversos tamaños, tipos y colores. Algunas desprendían un aroma fresco, como una brisa en primavera, mientras que otras olían como aquellos perfumes caros y sofocantes como los que suelen emanar de las ropas de las ancianas.
La chica recayó en que en uno de los laterales al entrar, había una escalera de madera apoyada en una trampilla situada en el techo. ¿Será el desván?-se preguntó Alice. Comprobó que no había nadie, y decidió saciar su curiosidad. Una ráfaga de aire frío agitó los cabellos de la chica impidiéndole ver, pero en seguida supo que estaba no en el desván sino en la azotea del edificio.
Por el aspecto que tenía el tejado, bien podría tratarse de un edificio histórico o bien de una antigua iglesia. La fachada parecía ser de piedra al igual que el interior del inmueble, salvo por los tejados que eran de teja oscura, pizarra tal vez.
Alice giró sobre si misma adquiriendo una visión global del entorno donde se situaba el edificio, sorprendiéndose al ver a lo lejos una silueta fácilmente reconocible aún en la noche. Iluminado con luz dorada, se recortaba el Big Ben y el parlamento inglés, destacando frente a cualquier luz o edificio que hubiera a su alrededor; frente a un Támesis que producía el contraste con sus oscuras aguas iluminadas por la luna creciente.
Ya le había dicho Samantha que se encontraban en Londres, pero no había visto nada hasta ese momento que demostrara que efectivamente, ella se encontrara allí. Fue entonces cuando Alice se sentó prácticamente en el borde de la azotea abrazándose las rodillas. Notó el medallón de su madre, que aún pendía de la fina cadena de plata, y lo apretó entre sus manos y la ropa mientras comenzaba a sollozar en silencio, sin importarle el frío húmedo de Londres, o cualquier otra cosa. Hubo un momento en el que recordó como solía consolarla su madre cuando era pequeña, bien porque no pudiera dormir o porque lloraba cuando se había hecho daño en las rodillas al caer, y entonces se puso a cantar aquella canción de su infancia.
Y entonces se dio cuenta de que no recordaba cómo seguía la melodía. Eso le hizo sentir una punzada de dolor y nostalgia. Hacía tiempo que no había escuchado esa canción de boca de su madre, y ya nunca tendría oportunidad de escucharla más. Se quedó en silencio mientras vagaba por sus recuerdos luchando por recordar, hasta que oyó un ruido procedente del otro lado del tejado. Quizás sea alguna paloma-supuso la chica.
    - ¿Con ganas de volar? Puedo echarte un cable en eso. Pero un consejo: cierra la boca antes de llegar al suelo.
    - No. Esperando a que tú me hagas una demostración.-contestó ella lacónicamente. Aspiró profundamente y miró de soslayo hacia donde creía que provenía la voz. -¿Dave, verdad?-preguntó con voz cansina mientras veía que efectivamente se trataba del chico de cabellos rubios, ahora plateados a causa de la luz proyectada por la luna.
    - Es bonito ver como las mujeres recuerdan tu nombre.-comentó acomodándose en una de las paredes cercanas.
    - ¿Aunque el motivo por el que te recuerden sea malo?-preguntó Alice mientras se giraba para ver a su acompañante.
    - Ha habido buenas…experiencias.-confesó sonriente.- No veo porqué plantearse que exista un recuerdo negativo sobre…
    - ¿Sabes qué? Prefiero no saberlo.-dijo Alice poniéndose en pié mientras se sacudía la arenilla de los vaqueros.- Es más, no me interesa en absoluto. Me voy a la cama.-dijo Alice dejando a un Dave plantado en la azotea mientras ella desaparecía ya por la trampilla del invernadero.

Bajó las escaleras de caracol dando puntapiés a cualquier piedrecita o grieta que se cruzaran en su camino. El dolor y el pesar habían desaparecido tras un creciente enfado. La chica no sabía que le molestaba más, si el hecho de ser un estorbo para Catherine, el hecho de no saber nada sobre dónde estaba o quienes eran en realidad, o la arrogancia de Dave. Parecía que la amabilidad no era precisamente uno de los puntos fuertes de ninguno de los dos. Menuda panda de…
    - ¡Ouch!-había chocado contra algo.
    - ¿Te has hecho daño?-dijo amablemente una voz masculina.

La chica alzó la vista encontrándose con una mano extendida y un par de ojos azules.
    - No, no. Perdona es que no iba mirando por dónde iba.-intentó justificarse azorada mientras aceptaba su mano para ayudarse a levantarse.- Gracias.-dijo algo sonrojada cuando finalmente se encontraba de nuevo de pie.

Ambos chicos se quedaron en silencio mirándose el uno al otro cuando de repente iniciaron los dos a la vez una frase.
    - Las damas primero.-contestó Ethan haciendo un ademán con la mano, haciendo sonreír levemente a Alice.
    - Está bien. ¿Podrías acompañarme hasta mi habitación?-la chica comprendió que la pregunta parecía dar a entender que se estaba insinuando al chico, al tiempo que se coloreaban su mejillas.-quiero decir…que me he perdido y…no sé donde estoy ni donde está mi habitación, y… ¡Dios, este sitio es un maldito laberinto!-exclamó exasperada. El chico comenzó a reírse, parecía que el hecho de que Alice se encontrara en esa situación le parecía muy cómico, y eso hizo que la chica le echara una mirada iracunda.
    - No pretendía ofenderte.-se excusó el chico dejando a tras toda risa.- Lo siento. No te preocupes, te acompaño. Tu habitación no está muy lejos.
    Como bien le había dicho Ethan, su cuarto no quedaba demasiado alejado de donde estaban, ya que el recorrido no duró más allá de un par de minutos.
    - Ya hemos llegado.-anunció el muchacho dando un par de golpecitos en el marco de la puerta.

La chica abrió la puerta comprobando que efectivamente era la habitación donde había despertado pues aún seguían algunas de las ropas prestadas de Rose sobre los pies de la cama.
    - Gracias. Si no me llego a chocar contigo, creo que hubiera dormido en uno de esos pasillos.-comentó la chica con media sonrisa.
    - Lo hubieras encontrado tarde o temprano.-contestó él devolviéndole la sonrisa.
    - Bueno, buenas noc…
    - Espera.-dijo colocando una mano en la puerta.-Disculpa a mi hermana. Se deja llevar y…es demasiado protectora. No tomes en cuenta lo que ha dicho antes.
    - Quizás ella llevaba razón, pero eso no quita haya sido muy desagradable…-contestó la chica dolida, recordando aún alguno de los comentarios de Catherine.
    - Ya es que a veces puede lleg…
    - Tranquilo. De todas maneras, pronto dejaré de estar aquí, y dejaré de ser una molestia para todos. No tengo intención de quedarme mucho tiempo.-comentó Alice cortando la frase del chico.
    - Buenas noches entonces, Alice.-se despidió el muchacho comprendiendo que la conversación había quedado zanjada.
    - Buenas noches, Ethan.- contestó esta, mientras cerraba la puerta tras de sí.

3 comentarios:

Marina dijo...

Genial, de vuelta al instituto de Londres no? Uis me encanta ;) sube pronto.

bat. dijo...

Ame el capitulo, ame a
Ethan & tambien a Dave
(aunqhe sea un maldito
arrogante)!! C=
Espero qhe escribas
pronto, Bye!

Ryuka dijo...

Londres siempre ha sido una ciudad que me llama y que espero visitar algún día. Desde mi punto de vista histórico lo considero punto neurálgico de muchos de los acontecimientos que ocurrieron en la historia real. Cuando leí en "Cazadores de Sombras" dónde situaban a Alacante, no me extrañó en absoluto,no sé, lo veía como algo totalmente natural, así que cuando en la saga Orígenes comentaban que había un Instituto en Londres, fue como leer algo que ya esperaba y que había dado por hecho hace tiempo ^^. Por eso esta historia quise localizarla en parte ahí.

Ethan y Dave...creo que son como la luna y el sol :P He de admitir que a veces me cuesta buscar no la manera de actuar, pero si la frase adecuada para ello XDD. Creo que estoy y voy a aprender mucho sobre desarrollar personalidades XDDD. En cualquier caso, me alegra leer que os gustan ambos personajes ^^

Muchas gracias por vuestros comentarios ;) Besotes !!!

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